El Universal
Cuando se cumplieron 20 años de la muerte de la escritora Inés Arredondo, Claudia Albarrán, la principal conocedora de su obra, la definió como “poeta maldita, guardiana de lo prohibido, niña perversa e imprudente, hechicera, loca; Inés Arredondo supo hacer con las palabras y los silencios un verdadero arte de narrar”.
Hoy, a tres años de distancia de esa definición, Albarrán asegura que Arredondo es ante todo una gran estilista.
“No hay en México nadie comparable, es la mejor escritora que ha habido en siglos, gran calidad de su prosa y un cuidado extremo de la palabra, sin desperdicios, con una conciencia absoluta de lo que es el lenguaje sin llegar a ser barroca; es realista, sencilla, clara, va al punto; su pluma es de una pureza que pocas mujeres tienen en México y en el extranjero”, dice.
Ese es el arte desarrollado por Inés Camelo Arredondo (1928-1989), la mujer que dejó su tierra, Culiacán, para estudiar la preparatoria en Guadalajara y luego Letras, en la ciudad de México, y la que escribía cuentos para que historias, reales o imaginadas, trascendieran.
En una de sus últimas entrevistas le dijo a Miguel Ángel Quemain: “La literatura no le ha dado un orden a mi vida sino que la ha hecho posible, sin literatura yo no puedo vivir”.
Desde esa conciencia escribió 37 cuentos, 34 de los cuales aparecieron en sus libros La señal (1965), Río subterráneo (1979) y Los espejos (1988), pero los tres primeros que publicó en su vida: Sonata a Quatro, El hombre en la noche y La cruz escondida, no estaban en ningún libro hasta que hace un mes el Fondo de Cultura Económica los incluyó en Cuentos reunidos, un libro que tiene prólogo de Beatriz Espejo y una bibliografía realizada por Claudia Albarrán.
De esa mujer de bella sonrisa e inteligencia abrumadora, exponente de una pluma poderosa, gran estilista del lenguaje y hacedora de historias complejas, el mismo FCE va a publicar un segundo libro que reunirá su obra suelta, donde destacan ensayos, crítica literaria, algunos artículos de teatro y su tesis sobre Jorge Cuesta, textos que publicó en revistas y suplementos culturales, escritos desde 1960 y hasta su muerte.
“En este segundo volumen encontramos a la Inés lectora, la Inés brillante e inteligente que lee la obra de otros y la comenta. Es la Inés crítica literaria y ensayista, nos da su visión de lo que ve en los escritores que le gustan y que le disgustan. También hay varios intentos de biografía, ella siempre estuvo muy interesada en contar su vida”, asegura su biógrafa y estudiosa.
Maestra del idioma
“Inés Arredondo no es una escritora muy leída, primero porque su obra es difícil, no es una literatura ni sonriente ni fácil, es una literatura compleja, hecha por una verdadera maestra del idioma”, asegura Claudia Albarrán, quien es la autora de Luna menguante. Vida y obra de Inés Arredondo.
Esos cuentos, de los que Juan García Ponce decía: “Se presentan como una necesidad ineludible en su relación con el mundo y son los que en realidad los conducen a la expresión y la literatura”, son historias con dobles lecturas, siempre poseen dos o tres gajes implícitos y se pueden leer de muchas maneras.
Beatriz Espejo afirma que Inés no es una escritora fácil; por el contrario, es una escritora muy complicada. “Extraordinaria estilista, maneja la sutileza de manera maravillosa y además fue una mujer que se atrevió a escribir de temas poco tratados por las mujeres en ese momento, como es el incesto, la locura, las relaciones conflictivas con la madre, la homosexualidad”.
¿De qué manera se inserta Inés Arredondo en esta nueva visión de la literatura?, Claudia Albarrán asegura que lo hace apoyada por la llamada generación o grupo de la Casa del Lago, casi todos nacidos entre 1928 y 1936, que comenzaron a publicar a finales de los años 50 y principios de los 60.
En ese grupo estaban Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Tomás Segovia, Salvador Elizondo, Juan José Gurrola y Huberto Batis, quienes dieron un giro a la literatura mexicana insertándola en un contexto universal al escribir sobre el amor, el desamor, la traición, la locura, las situaciones límite, la pasión, la entrega, la mujer, la abnegación y ya no del nacionalismo y los temas revolucionarios.
Para Albarrán, la importancia de la obra de Arredondo en la literatura mexicana es por varias razones: “es mujer, sus primeros cuentos se publicaron a mediados de los 60; se inserta en un contexto que estaba dominado por hombres y lo hace con una calidad impresionante, al grado que se ha dicho que es el Rulfo de las letras mexicanas”.
“Se inserta en la literatura con una obra escueta, son sólo tres volúmenes de cuentos, pero con una enorme calidad, con una depuración de la palabra en la que trata situaciones intensas, conflictivas, con personajes desgarradores que trabaja muy bien y que consiguen sacudir al lector; no es una obra fácil porque tiene finales abiertos; en sus cuentos no hay finales felices, incluso no hay finales, deja al lector que decida el final”, asegura Albarrán.
Espejo dice que Inés es una escritora muy seria que no escribió excesivamente; una autora que hizo una literatura sin rebabas. Todo lo que escribió es bueno y con un alto control de calidad, con dos características: gran poder para la persuasión y de veladuras, que es ser sumamente sutil; y su capacidad para el doble sentido.
Ana Segovia, hija de Inés y del poeta hispano-mexicano Tomás Segovia, recuerda las exigencias de su madre. “Tenía los cuentos en la cabeza, no los escribía hasta que los sentía listos. Reflexionaba mucho; ahora que la he releído, me percato de que para ella el cuento es una unidad multiforme, multifacética o multinterpretativa y que al querer redondear una historia, con un estilo y estructura perfecta, permite al lector reinterpretarlo desde su mirada y su corazón”.
En busca de nuevos lectores
Aunque en 1989, Siglo XXI Editores hizo una reunión de los cuentos de los tres libros de Arredondo, hasta esta edición del FCE -que se logró tras un litigio por intestado que sostuvieron los hijos de la escritora con el segundo esposo, el médico Carlos Ruiz Sánchez-, dentro de la colección Letras Mexicanas, es que la obra de la escritora mexicana va a llegar a más lectores. Al menos es la confianza de la familia y la biógrafa.
Ana Segovia asegura que con las dos ediciones que reúnen la totalidad de textos de su madre, el de cuentos y el de ensayos que investigó y preparó Claudia Albarrán, se podrán conocer las facetas de la escritura de su madre, pues en general no es una escritora muy conocida ni leída.
Ahora, con la publicación, he releído sus cuentos y ha sido redescubrir, revaluar y ha sido una renovación de la literatura de mi mamá”, comenta Ana Segovia, quien celebra los diferentes niveles de lectura de los cuentos.
Claudia Albarrán dice que es una autora poco leída porque Inés escribió cuentos y los cuentos siempre se insertan en periódicos, revistas y suplementos culturales, y aunque sí hay lectores para cuentos, no hay en México una tradición de publicar libros de cuentos.
“Eso, sumado a que es una escritora que escribe poco, que forma parte de un grupo en el que ella es la única mujer, que tiene una literatura que es muy profunda, dolorosa, no es una literatura light”, comenta Albarrán.
Además, dice, sus cuentos se publican en editoriales de prestigio, pero con tirajes muy menores, de mil o mil 500 ejemplares. En cuanto a que sea leída en las escuelas de letras o por escritores y estudiantes, dice que en los últimos años se ha dado una vuelta atrás “para revisar a estas escritoras y escritores que fueron un poco maltratados. Inés fue poco leída, pero no comprendida”.
Inés, a quien le sobreviven tres hijos: Inés, Francisco y Ana, abrió junto con otras mujeres cuentistas, como Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila, una brecha en muchos campos de la vida cultural de nuestro país.
Inés, que para Espejo fue 90% cuentista, pues dcecía que nunca escribió novela porque no había tenido tiempo, vivió los últimos ocho años de su vida casi recluida en su casa por problemas de la columna; tuvo cinco operaciones que multiplicaban sus dolores.
¿Cómo afrontó la enfermedad y el dolor y vivir atada a una silla de ruedas? Ana Segovia dice que todo eso le afectó tanto que ya no pudo escribir. “Fueron cinco operaciones, cada operación la debilitó más, se fue aislando, por eso me sorprende y me enorgullece que, a pesar del dolor, escribiera el último libro: Los espejos”.
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