sábado, 16 de abril de 2011

“Por mi boca habla la nación”

16/Abril/2011
Laberinto
Roger Vilar

En Filipinas, el poeta Javier Sicilia recibió una noticia atroz: su hijo Juan Francisco, de 24 años, fue asesinado.

La tragedia le cambió la vida al también narrador y ensayista, quien, además de diversas actividades en contra de la violencia en México y una firme exigencia de justicia, ha replanteado la función de la poesía, la literatura, y la cultura en general, en relación al país tan convulsionado en que vivimos.

Acerca del papel que desempeña actualmente en la lucha contra la violencia, en la que se ha vuelto un líder, dice: “Yo estuve pensando mucho esto. ¿Por qué a mí? No por qué a mí me sucedió la muerte de mi hijo. Le puede suceder a cualquiera. Sino por qué a partir de la muerte de mi hijo la gente me identificó y me dijo ‘Tú sé nuestra voz, sé nuestra conciencia, vamos detrás de ti’. Han puesto a mi hijo como símbolo de la violencia, y al hacerlo así han señalado al padre.”

La gente te conoce por ser un poeta…

La poesía, que es tan poco leída, tan poco distribuida, con tan poca prensa —incluso es difícil que te publiquen un libro de poesía hoy en día. La poesía que, dijo Borges, es inmortal y pobre, de repente convocó a la gente. Porque convocaron a un poeta, y al hacerlo convocaron a la poesía. Hay algo misterioso que tiene que ver con el misterio de la poesía. Yo soy uno más, dignidad ciudadana hay muchos que la tienen… Bueno, pues eligieron a un poeta. Y al elegir al poeta, eligieron la poesía, y señalaron algo fundamental: la poesía convoca a la comunión.

En la actualidad, ¿qué diferencia encuentras entre este discurso poético, pobre e inmortal, y el discurso mediático?

El discurso mediático es un discurso que todos oyen, está al alcance, tiene esa caja, la televisión, que se puede comprar por cualquier dinero y en la que pasan infinidad de basura. Algo terrible le pasó a la sociedad, porque hicimos valor supremo al espectáculo y al dinero, al consumo, al ruido. El ruido. Porque los noticieros son muy ruidosos. Y la poesía no. La poesía está al margen. La poesía custodia la palabra sagrada. Es decir, la palabra con sentido y significado. Que está al margen, y, sin embargo, esta palabra que es sagrada, aunque no se oye, de repente se sobrepone a los medios, se sobrepone al ruido, se sobrepone a la inercia del mercado.

Eso es fundamental, debemos democratizar los medios para que realmente haya una discusión ciudadana y la poesía llegue a la gente. La poesía va a seguir convocando a lo mejor de la gente. Ahorita, la poesía está en las calles como un grito, como una movilización que convoca a la comunión. Esto debe de servir a los medios como una señal de que deben de democratizarse, de que deben hablar la palabra verdadera. Y esa palabra verdadera debe de ser una convocatoria familiar a la casa que es México.

En alguna época, la función pública en México contó con intelectuales como Gorostiza, Vasconcelos, Reyes y Paz. ¿Por qué ya no sucede eso?

Los gobiernos mexicanos se volvieron tecnócratas. Les vale madres cultivar el espíritu. Les vale madres oír la poesía. Lo que les interesa es la producción y el consumo. La gran revolución cultural de este país la hizo Vasconcelos, pero porque había un político, juzguémoslo como lo juzguemos, Obregón, que entendió el valor del arte, de la cultura en general, de la poesía… Tu citabas a grandes poetas que significaban el espíritu de la nación, a Octavio Paz. Ayer leí su “Piedra de Sol”, que es un poema nacional, que habla de la nación, del mundo que tenemos que reconstruir a través del amor.

La cultura es una forma de la economía que no genera lana, pero genera el tejido social de la nación. Eso habla de la verdadera forma de la economía, que es el cuidado de la casa. No las paredes, sino el corazón de la casa.

Vivimos una época muy violenta, ¿qué símbolos perdurables vamos a transmitirles a las nuevas generaciones?

Rompimos los símbolos. Yo por eso digo que el país está desgarrado. El grito ciudadano es que hay que rehacer el tejido de la nación para refundarla. Para hacer esto hay que volver a los símbolos, a la memoria. ¿Dónde podemos volver a recuperar la memoria nacional? En un pacto de buena voluntad al servicio de la casa que es México. Debe de hacerse y firmarse en la parte más desgarrada del país. La frontera norte. En el centro de Ciudad Juárez.

Como parte de tu protesta por el asesinato de Juan Francisco, has declarado un silencio poético. Para ti, que has sido señalado como un poeta místico, ¿qué importancia tiene el silencio?

El poeta imita a Dios creador y el místico al Ser de Dios. El poeta imita con la palabra al Dios que crea, ordena las cosas y las nombra. El místico encarna esa palabra, por eso Maritain decía que es poesía en acción. El místico articula la palabra, pero no por el misterio poético, sino por el misterio del Ser de Dios. En cambio, el otro, el poeta, el misterio que mira no tiene rostro, no tiene claridad, y articula nada más la palabra sin una direccionalidad, sin saber de dónde viene, sin esa intimidad del Yo-Tú del místico, y por eso los místicos terminan a veces en el silencio. San Juan de la Cruz, por ejemplo, si uno mira su obra poética…También Santa Teresa termina en el silencio.

Si la poesía imita al Creador, ¿en ti qué podría significar el silencio poético?

Nuestra fe se basa en la encarnación de la palabra. La palabra que se vuelve carne, presencia humana en el mundo. Esa palabra se llama Jesús de Nazareth, y era inocente como toda palabra verdadera, como la palabra poética, y a esa palabra la asesinaron, la sumergieron en el silencio del Viernes Santo. El Sábado de Dolores era peor, porque es el silencio de los cielos, de Dios. Está aguardando ese silencio la articulación de la palabra, que es la resurrección de la carne, de la palabra; y para mí el momento en que matan a mi hijo mataron a la palabra, asfixiaron la palabra. Yo vivo la palabra, tú lo has dicho, de una manera mística, de una manera de intimidad con Dios. Para mí esa palabra también resonaba en mi hijo, en los seres que amo.

En el caso de mi hijo al asfixiarlo (porque murió asfixiado, lo asfixiaron esos hijos de la chingada), mataron mi palabra. Mi silencio (poético) tiene que ver con el Viernes y el Sábado santos. Un silencio atroz de la palabra encarnada, y por lo tanto el silencio de Dios, que va a responder con la resurrección del Domingo.

Yo estoy ahorita en el Viernes y Sábado santos. Yo sé que mi hijo Juan, el Juanelo, y sus amigos, están en la resurrección de la carne del pueblo, de la nación, de mi gente.

¿Si hay una resurrección de la patria, podría haber una resurrección de tu poesía?

Sí, por supuesto.

Hay un poema tuyo “Cetáceo”, que me recuerda mucho a Moby Dick, o al pez de El viejo y el mar. Ese pez contra el que luchamos, y que representa el destino, lo que nos sorprende, lo incognoscible.

Bueno, lo estás leyendo a partir de lo que estamos viviendo hoy, de eso incognoscible y terrible. Yo lo veo más bien místicamente. El cetáceo es Dios. Esa cosa que nos rebasa, con la cual me enfrento para tratar de iluminarla.

Pero también esa cosa está aquí, es esto, lo incognoscible, tanto negativamente como positivamente hablando. La poesía trata de iluminar esa cosa para encontrarle su verdadera dimensión o algo semejante. Y esa dimensión tiene que ser iluminada, como la poesía, convocada a la comunión. Y sí, el cetáceo lo podemos ver también como el horror que estamos viviendo. Esa cosa incognoscible que de repente emergió y nos espantó, y que tenemos que domar, meter en formas, en proporciones humanas. Hay muchas cosas que hacer, y creo que es la palabra poética la que está convocando a revisarnos y a transformarnos en el corazón y en la cabeza. Yo no soy Javier Sicilia el que habla: por mi boca habla la nación.

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