sábado, 23 de abril de 2011

El arte norteamericano está desvelado

23/Abril/2011
Laberinto
Heriberto Yépez

No esperaba mucho de los shows actuales en el Museo de Arte Moderno (Moma) en Nueva York.

De la actual muestra de arte contemporáneo de la colección del museo, lo más atractivo quizá son las ingeniosas obras de las Guerrilla Girls, que en los ochenta calcaron en escuetas cifras el machismo de revistas, curadores, críticos e instituciones.

Otra exhibición congrega las guitarras que Picasso elaboró entre 1912 y 1914 mediante collage o escultura blanda.

El Moma, pues, parecía habitado por exhibiciones didácticas, souvenirs. Lo confirmaban, por cierto, dos de sus exhibiciones estrellas, repletas de norteamericanos y turistas: “Abstract Expressionist New York” y “On to Pop”.

La primera, en cierta forma, una autocelebración del nudo del Moma con el estreno del control norteamericano del arte occidental: el expresionismo abstracto, protagonizado por Jackson Pollock. Sus obras, junto a las de Rothko, acaparan la atención.

El carácter triunfalista de esta exhibición es amenizado por la dedicada al pop art.

Una de las banderas de barras y estrellas de Jasper Johns recibe a los visitantes, aunque la luminaria ineludible es, claro, Warhol, representado por obras dedicadas a Marilyn Monroe y las sopas Campbell’s.

El mensaje reiterado en esta última sigue siendo la jefatura norteamericana del arte de posguerra y su festejo de lo ordinario (el arte filisteo).

No es novedad decir que el arte norteamericano, en buena medida, despolitizó a la vanguardia, incluso banalizándola o, como diría Baudrillard, trans-estetizándola. Con esa sensación estuve a punto de retirarme del Moma para seguir mi tarde en otra parte.

Un tanto agotado, decidí ver el final del sexto piso, cuyos inquilinos había olvidado: German Expressionism: The Graphic Impulse. Una muestra de obra gráfica de artistas como Max Beckmann, Otto Dix, Oskar Kokoschka y George Grosz.

Ante las otras exhibiciones, el expresionismo alemán arrasa.

Las imágenes ahí no son copias o condescendencias del imaginario consensual de una época o cultura, sino visiones en que la guerra, el cuerpo, las clases sociales, el desasosiego y el humor negro perturban personajes, escenas, facciones, mundos interferentes.

Resumiré lo que el Moma de Nueva York exhibe este 2011: el arte norteamericano de posguerra intentó suavizar lo que cierto arte europeo y ruso habían revelado. Pero no lo logró.

No digo que el arte norteamericano esté acabado. Digo que no ha comenzado.

No ha dado la señal de que un gran arte ha despertado: plasmar pesadillas desconocidas.

Para no caer en el sueño que produce monstruos, los artistas norteamericanos se han aferrado a los medios o el arte conceptual; el minimalismo o la universidad.

Su voluntario insomnio no podrá durar. Alguna guerra los alcanzará.

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