Laberinto
Se acusa al escritor mexicano de vivir de becas del Estado.
A diferencia de México, en Estados Unidos existe un mercado editorial que sostiene la carrera de novelistas que combinan el arte con la “accesibilidad”. Pero no todos pueden vivir de comerciar literatura. No todos tienen el talento, la suerte o la popularidad.
En EU, otra salida son las universidades. Las maestrías en bellas artes (MFA’s) en escritura creativa proveen de refugio. Ahí se aprende, primero, a escribir; después, a tener un puesto en alguna institución que albergue otro programa de escritura creativa (casi un millar).
Si alguien desea conocer la historia de la narrativa norteamericana de posguerra lea The Program Era: Post-War Fiction and the Rise of Creative Writing (Harvard University Press, 2009) de Mark McGurl. Su tesis central es que la literatura norteamericana es ya inseparable de su institucionalización universitaria.
Si en México se desprecia a los escritores por vivir becados, al norte del Río Bravo se les critica por esconderse de la realidad —¿el mercado?— en talleres de escritura creativa, ya sea como estudiantes o profesores-escritores (la nueva figura dominante del autor estadunidense).
El sistema de becas-premios y el sistema de maestrías en escritura creativa tienen algunas diferencias.
En el sistema mexicano se busca el subsidio para no tener que vivir de otros trabajos, incluida la academia; mientras que en el sistema norteamericano, el escritor se incorpora a las universidades para no tener que depender del mercado sino de las comunidades de lectores y escritores-académicos profesionales, que serán sus clientes y pares cautivos.
El sistema norteamericano, al menos, apuesta por la educación.
Y hay que decirlo: entre la literatura norteamericana hecha por escritores y la hecha por escritores-profesores —aunque en México se piensa lo contrario—, la segunda es superior en términos estéticos, ideológicos y técnicos. Sus escritores más innovadores son también académicos.
A pesar de sus diferencias, ambos sistemas sufren una misma capitalitis: la virtual imposibilidad del escritor literario de vivir de sus libros y dedicarse sólo a escribirlos.
Ambos sistemas están diseñados para evitar que la literatura se vuelva enteramente minoritaria —a pesar de que en México se cree que el sistema de becas-premios fortalece la élite, en realidad, ha evitado la implosión de la comunidad literaria nacional—: son una “alternativa” al mercado, donde muchos literatos se evaporarían.
Justa o injustamente, ambos están desacreditados y ambos sirven a los escritores como reserva ecológica (temporal) para su conservación. O como reserva india, es decir, como perfecta política de exterminio, y Solución Final: gran campus, perdón, bonito campo de concentración intelectual.
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