sábado, 2 de octubre de 2010

El milagro de los panes

2/Octubre/2010
Laberinto
Ana Clavel

Cuando se habla de que la literatura latinoamericana actual está fuera del escenario internacional, se está pensando sobre todo en términos comerciales y de marketing. ¿Acaso no se vanagloriaba la agente catalana Carmen Balcells de haber ella “inventado” el Boom? Fue un momento coyuntural porque me parece que los lectores del mundo necesitaban recuperar una imagen del paraíso perdido. Esa nostalgia, sumada a una idea preconcebida y exótica de lo “otro”, permitió el milagro de los panes. La realidad que podemos ofrecer los nuevos narradores es múltiple y movediza, y para nada paradisiaca ni convencional. De hecho, creo que la literatura necesaria, que no tiene que ver con la literatura exitosa ni con la desechable, trabaja de un modo misterioso y casi siempre en silencio. Obras que me han marcado nunca han sido best-sellers. En todo caso han sido long-sellers, libros que van resonando y dialogando con sus lectores a lo largo del tiempo. Una editora me decía hace tiempo que no conocía escritores que no quisieran que sus libros se vendieran. Pienso que ahí está la confusión de muchos editores y no pocos autores: es muy legítimo pretender vivir del trabajo de uno, pero lo que realmente desea un escritor es que sus libros se lean. Tal vez suene demasiado idealista tener este tipo de convicciones en un mundo donde las editoriales globalizadoras se comen a las pequeñas, en el que la exigencia y el nivel de lectura
se banalizan al grado de que la gente lee cada vez menos o sólo lee literatura complaciente, un mundo en el que nos flagelan la violencia y el horror cada vez más inmediatos. Tampoco considero que no valga la pena utilizar los recursos de democratización de la lectura que ofrecen los medios electrónicos y otros. Pero un autor secreto como Felisberto Hernández, una autora discreta como Josefina Vicens nunca tendrán públicos masivos —aunque sí lectores de calidad, que los han convertido en escritores de culto—. Esto me confirma en mi convicción de apostar por las palabras de Italo Calvino cuando dice que se trata de hacerle lugar a lo que en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar. Pero además, hacerlo desde una propuesta literaria, verbal, estética, de escritura verdaderamente creativa, llámese como se llame, literatura latinoamericana, o subterránea, o “saltapatrás”.

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