sábado, 5 de junio de 2010

Cómo cambiar las Becas de Jóvenes Creadores

5/Juno/2010
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Las becas para Jóvenes Creadores que otorga el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes deben transformarse.

Actualmente se seleccionan 200 becarios —arquitectura, artes visuales, medios audiovisuales, letras, música y teatro— que reciben 8 mil pesos durante doce meses por un proyecto individual.

Hay reuniones tres veces al año —en ciudades del centro o sur del país— durante tres días de sesiones de trabajo y socialización. Lo que ahí sucede básicamente es tutores y becarios opinando sobre avances de proyectos.

El diálogo —durante unas horas— y el dinero —durante doce meses— son útiles.

Pero la sociedad prácticamente no se beneficia de todos esos millones de pesos. Esas becas son una mala inversión. Son paternalistas.

Además fomentan fantasías acerca del proceso creativo: lo apresuran y oficializan.

¿Cómo transformar esas becas? Hay que convertirlas en una maestría de 2 o 3 años de duración.

Una vez aprobado el proyecto que el becario desarrollará, se le dotará del doble de dinero que hoy recibe —para realmente permitirle desalojar otras ocupaciones laborales— y a cambio, ella o él vincularán su proyecto personal con un servicio comunitario.

Se trataría de una maestría en servicio cultural.

Su trabajo se dirigirá a las comunidades de menor desarrollo en sus respectivas ciudades. Para dar un solo ejemplo: un becario de Letras podría dedicarse varias horas a la semana a trabajar con niños o jóvenes de zonas periféricas para introducirlos a la literatura, es decir, a una nueva oportunidad de desarrollo.

Con un programa de este tipo se cumplirían tres finalidades: apoyar a los creadores jóvenes que lo requieren; vincularlos con la sociedad —en lugar de aislarlos y tratarlos como casos especiales— y dotarlos de un título profesional —una maestría en servicio cultural— que le permita mejor movilidad laboral.

El modelo actual está, por el contrario, pensado desde una lógica del creador como individuo o élite desconectada de su ciudad y una vez terminado el apoyo del gobierno (que puede ocupar hasta tres años de la vida de un creador) lo deja sin herramienta alguna para mejorar su salario habitual.

Para un cambio de esta índole, habría que coordinarse con el sector educativo y comunidades específicas, tanto para el diseño y proceso de este posgrado sui generis como para la prestación del servicio cultural por parte de los becarios.

Pero, sobre todo, esta actualización requeriría dejar de usar las becas del Fonca como subsidio gubernamental insular para volverlas un mecanismo de profesionalización del joven creador y, sobre todo, dejar de pensarlas como privilegio de élites para convertirlas en servicio comunitario.

Esto es lo que sigue en política cultural. ¿Cuándo va a dar el paso Conaculta?


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