sábado, 12 de junio de 2010

Bibliodiversidad

12/Junio/2010
Suplemento Laberinto
Armando González Torres

Un mal romance no sólo puede endurecer el corazón, sino causar daños bibliográficos irreparables. Hace muchos años me abandonaron una mujer y, con ella, las obras completas de Elias Canetti. Recuperar a Canetti fue difícil: sus libros no abundan en las estanterías y su nombre no resulta familiar para los dependientes que lo confunden con algún escritor de autoayuda. Lo paradójico es que Canetti es un Premio Nobel y sus obras están editadas por importantes editoriales. Si en los desérticos supermercados de libros resulta un viacrucis encontrar autores que han recibido los máximos reconocimientos literarios y bendiciones editoriales, ¿qué puede esperarse de algún autor menos conocido? Lo cierto es que las librerías resultan cada vez menos útiles para encontrar libros que son valiosos para un segmento de lectores y muchos de los títulos más interesantes circulan casi al margen del circuito librero. La actual Feria del Libro Independiente en el FCE permite encontrar diversas joyas, desde traducciones recientes de Anacreonte hasta ensayos de Davenport o conferencias perdidas de Vasconcelos (qué lástima, sin embargo, que tenga que organizarse una feria para que muchas de estas editoriales tengan un espacio de exhibición, que debería ser permanente, en una librería del Estado).

Precisamente en esta feria se encuentra el libro La edición independiente como herramienta de la bibliodiversidad de Gilles Colleu, publicado por diversas alianzas de editores independientes. El de Colleu es un libro militante y apuesta por el editor independiente como garante natural de la bibliodiversidad. La metáfora biológica es precisa: en el reino del libro se requiere preservar especies y sistemas y permitir la convivencia de las especies proliferantes y las raras. Colleu describe un panorama desolador para la bibliodiversidad en el que la evolución de la industria editorial despoja al libro de su capital simbólico y lo convierte en un producto perecedero. La concentración del mercado editorial, librero y periodístico, en grandes conglomerados generan la superproducción, la saturación de los circuitos de distribución, el acortamiento de los espacios y tiempos de exhibición, la rápida caducidad del libro y la obsesión por la novedad reciclada. Esta situación, dice el autor, también contempla daños colaterales como la degradación del espacio de las librerías, la disminución de incentivos para la formación de equipos y el cultivo de la excelencia editorial y, por supuesto, la afectación del ejercico de la crítica. La preservación de la bibliodiversidad, la salvaguarda de esa biblioteca global donde caben lo multitudinario y lo bizarro precisa, al contrario de la tendencia en boga, la apuesta por el largo plazo: por ese autor, como Canetti, que se venderá a cuentagotas pero permanentemente o bien por ese autor desconocido que se encuentra en el proceso de forjar gusto. Desaparecer esta oferta implica favorecer la desmemoria y deteriorar acaso irreversiblemente el capital y la diversidad cultural.


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