Suplemento Laberinto
Si, para bien y mal, Kenneth Goldsmith es el escritor actual más emblemático, la corriente versal más interesante —nos guste o no— es Flarf.
Como Alan Sokal y su broma pesada a Social Text (para demostrar que el posmodernismo era teoría pitufina), Gary Sullivan logró que Poetry.com ofreciera publicarle un poema suyo deliberadamente pésimo.
Nació oficialmente Flarf, una corriente norteamericana que antipoetiza googlemas y descréditos, detritus digital y apropiación inapropiada, sátira y sitcom, cut-&-paste, gringodadaísmo & performance.
Sus miembros son Kasey Silem Mohammad, Katie Degentesh, Gary Sullivan, Nada Gordon, Jordan Davis, Drew Gardner, entre otros.
A Flarf se le conoce por poemas-collage a partir de googleos. Pero sus técnicas son múltiples. Procura lo impertinente, cómico, bufón, pseudo-ingenuo. Flarf pretende ser big-banguardia en vano. Flarf es cacopoesía, (mal)versación y sampleo.
Se gestó entre 2000 y 2002 en listas de emails y blogs. Sus opositores le acusan de ser una mera payasada. Otros le creen, junto con el conceptualismo, lo más intrépido del experimentalismo norteamericano hoy.
El vocablo Flarf parece no tener sentido. Pero estoy convencido que en él está codificado el significado de este movimiento. Me explicaré. “Flarf” es una reunión inconsciente de fart (pedo) y bluff (engaño). Pedo presuntuoso, además, que se mezcla con flat (plano) y que suena como ladrido en inglés: arf! Arf! Flarf es una burla del arte (art) y una farsa (farce). Busca evidenciar que la poesía es un chiste y una onomatopeya cultural.
Hay algo también de fluff (ligero) mezclado con war (guerra). Fluff-war, guerra inverosímil. Todo esto es la fórmula secreta de Flarf.
¿Recuerdan aquel extraterrestre ochentero de peluche? Bueno, si E.T. era un símbolo de la otredad extraplanetaria, Alf era su parodia, la otredad venida a menos. Lo retro-inmediato. Flarf es Alf. Y Flarf es al experimentalismo lo que Alf es a E.T.
Y si Kenneth Goldsmith es Max Headroom, Flarf en Bart.
Decía George Oppen que “hay un ego simple en la lírica, pero uno extraño en la guerra”. El ego kitsch absurdo-bufón de Flarf es un reflejo del sin-sentido del discurso político norteamericano en el contexto del surgimiento del palabrerío global.
Flarf es Cantinflas hablando Neospeak. Aunque no lo parece, Flarf es una poética de guerra (de la reality war norteamericana). Y la prueba es que la palabra “guerra” no aparece en ella.
Así como Warhol (war-hole, hoyo de la guerra) es la frivolidad balsámica de la posguerra, Flarf es la poesía surgida del vacío dejado por la irrealidad de la post-Guerra Fría. La risa lela para masticar el shock Schwarzkopf.
Hay poesía veterana de guerra que jamás ha puesto un pie en el campo de batalla. Flarf es lo que quedó de la poesía estadunidense después del Medio Oriente.
Estoy de acuerdo. Me parece inteligente seguir esperando la poesía que surgirá de la experimentación con las nuevas tecnologías para la escritura. Nada, NADA de lo que hay ahora y ha sido llamado poesía digital, cyberpoesía, etc., es poesía. Hay que crearla o esperar a que sea creada. Y lo será.
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