Laberinto
Armando González Torres
Hace más de 65 años que se publicó, La luz de esta memoria, el primer libro de la poeta uruguaya Ida Vitale. Desde entonces, esta autora ha sido una presencia tan activa como reservada en el panorama de la cultura hispanoamericana y ha ido escanciando una obra breve pero luminosa. Ampliamente apreciada por sus pares y un círculo selecto de lectores, recientemente esta escritora ha sido enfocada por los reflectores de dos Premios, el Alfonso Reyes de México y el Hispanoamericano de Poesía Reina Sofía. En la poesía de Vitale y en esa prosa heterogénea y cantarina que sus editores denominan por comodidad ensayo, se observan diversas cualidades que, en muchos poetas, marchan de manera separada. Léxico de afinidades, por ejemplo, es un libro anfibio, un diccionario personal y caprichoso en el que Vitale va mezclando reflexiones filosóficas, evocaciones íntimas, prosas de ocasión, versos aventureros o aforismos. Como poeta, Vitale cultiva una lírica reacia a la confesión que, aun siendo profundamente personal, busca salir de sí y encontrar en el paisaje y en los otros una comunión sencilla y límpida. Es una poeta dotada y formada que posee lo mismo un oído facultado para cultivar las más variadas musicalidades que una visión precisa para enfocar y trabajar la imagen poética. De modo que, en ocasiones, Vitale practica una melodía grata y alegre, generalmente de versos cortos y virtuosamente encabalgados (su magnífico Mella y Criba, por ejemplo), otras, trabaja con gran exactitud una escena, desnudando y depurando elementos, hasta que queda lo esencial de la imagen. A veces, canto e imagen se fusionan: (Puedo cantar/en medio del más cauto, atroz silencio./Puedo, lo descubro/en medio de mi estrépito,/parecer una callada playa/sin sonidos,/que atiende, suspensa,/ el grito permitido de un pájaro/que llama a amor/al filo de la tarde).
n la poesía de Vitale subyace, por supuesto, el soplo de la experiencia, pero esa experiencia trasciende las cuitas personales y se traduce en un halo sapiencial y de agradecimiento a la vida que resulta estimulante tanto en el sentido poético como físico: es una poesía que revela hechos inusitados del mundo y que, a la vez, ayuda a percibir y observar mejor su belleza y transitoriedad. A menudo la poesía de Vitale transcurre como un canto seductor que, de pronto, se resuelve en una imagen contundente y reveladora. (Quien se sienta a la orilla de las cosas/ resplandece de cosas sin orillas). Gracias a su facultad para la contemplación fronteriza entre lo cotidiano y el prodigio, entre lo concreto y lo abstracto, entre la alegría y la nostalgia, entre lo pintoresco y lo inefable, Vitale descubre y explora un territorio propicio para la hierofanía. En sus más altos momentos, su poesía se vuelve un orbe imantado donde cada palabra adquiere una nueva intencionalidad, participa de sutiles metamorfosis y milagros y parece responder a un orden no sólo poético, sino cósmico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario