sábado, 20 de diciembre de 2014

Caracteres: El crítico

20/Diciembre/2014
Laberinto
Álvaro Uribe

Se dice que es un narrador frustrado. O un poeta frustrado. O un dramaturgo, un actor, un artista plástico, un músico, un cineasta, un bailarín, un etcétera frustrado. En pocas palabras: un creador frustrado.
Pero no estés tan seguro. Hay quien razona con buenos argumentos que la frustración, cierta frustración, es el origen de todas las artes. Hay quien alega con argumentos más tendenciosos que la crítica puede ser un arte. Y hay quien objeta con argumentos atendibles que se trata de un oficio redundante o superfluo, porque la verdadera obra de arte incluye en su ejecución una crítica en acto de las obras artísticas que la precedieron en el mismo género.

Lo cierto es que, sea cual sea el objeto de sus afanes, el crítico es un escritor. O para mayor exactitud: cree ser un escritor. Un autor de textos y de libros que, en su opinión, se sitúan en un plano de igualdad con los textos y los libros de los autores creativos. Y ahí empiezan los problemas. Y también las frustraciones.
Pues aunque las novelas surgen de otras novelas, y los cuentos de otros cuentos, y los poemas de otros poemas, y los ensayos de otros ensayos, y no hay libro que no venga de otros libros, la literatura crítica es doblemente derivativa. Es, como la hiedra o la sanguijuela, una entidad parasitaria. Con el agravante de que el parásito está convencido de que al elaborar su obra a partir de la tuya en realidad te hace un bien y cumple al mismo tiempo una alta función social. Sobre todo si su crítica es negativa, porque no tiene otro propósito que el de ayudarte a ser mejor. Como los padres que golpean a sus hijos para corregirlos.

Yomero Pino, un crítico amigo, se burla de ti porque sus críticas públicas a tu obra las resientes de manera personal. “Lo que importa son los libros”, te dice sonriendo después de afear uno tuyo en una reseña cruel, “no el ego”. Pero si tú observas en privado que su prosa abunda en ripios y es anticuada, Yomero se ofende contigo y te deja entrever que su próxima reseña será aún más dura.

Y peor todavía si le reclamas, asimismo en privado, que a otros amigos igual de buenos amigos o de malos escritores no los critique tan perversamente como a ti. Pues entonces, ya sarcástico, Yomero te espeta: “No sé por qué te crees inatacable; ni que fueras Borges”. Y tú vacilas en responderle que él tampoco es Harold Bloom. Y que además Bloom, soberbio y caprichoso como solo un crítico se siente autorizado a ser, juzga que Borges, aunque grande, no es un creador.


¿Quién critica al crítico? No te animas a escribir contra Yomero inmediatamente después de que rebajó tu obra, para no parecer tan despechado como estás (o eso te dices). Tampoco escribirás contra él en una ocasión futura, para no malgastar tu tiempo en fruslerías (o eso te dices). Pero la verdad es que no lo criticas porque le tienes miedo. Porque esperas que su próxima reseña de algo tuyo sea benigna. Porque, sea o no sea un escritor frustrado, el crítico es sin duda un escritor frustrante.

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