Jornada Semanal
Juan Domingo Argüelles
Hace poco más de dos décadas, en 1992, le pregunté lo siguiente a Efraín Bartolomé, a propósito de la publicación de su breve libro Mínima animalia (dirigido, preferentemente, a los niños): “¿Existe una poesía específica para un público infantil?” He aquí su respuesta: “No lo creo. A veces se le da al niño, bajo el abusivo rubro de poesía, una serie de rimitas sosas de torpe factura. Creo que el poema para niños debe pasar, también, el examen del gusto poético más riguroso. Que sea un manjar probado de alto poder nutricio.”
Traemos a cuento este diagnóstico y este
dictamen, de uno de los mejores poetas mexicanos contemporáneos, al
revisar la lista de libros de poesía (preseleccionados para las
bibliotecas escolares y de aula) que leerán el próximo año los alumnos
mexicanos de primaria y secundaria como parte del Programa Nacional de
Lectura y Escritura (ciclo escolar 2013-2014).
Cumpliendo con una de las bases de la
convocatoria para la selección de Libros del Rincón que serán
integrados a las Bibliotecas Escolares y de Aula, la Secretaría de
Educación Pública dio a conocer el 18 de septiembre la lista de títulos
preseleccionados: 270 en total, de los cuales catorce son de poesía: El espejo de los ecos, de José Emilio Pacheco; Poemas de juguete II, de Antonio Granados; Lo que no sabe Pupeta, de Javier Mardel; Clasificados y no tanto, de Marina Colasanti; Versos que el viento arrastra, de Karmelo C. Iribarren; Íntimo nocturno, de Xavier Villaurrutia; Huellas de pájaros, de Ramón Iván Suárez Caamal; El baile diminuto, de María José Ferrada; Oops!, de Kevin Johansen; Arte de pájaros, de Pablo Neruda; Árbol del trópico, de Carlos Pellicer, y las antologías El tigre en la calle y otros poemas, Poesía y narrativa de la antigua China, y La poesía del siglo XX en México, esta última con selección y prólogo de Marco Antonio Campos.
La mayoría de los libros son ilustrados y todos sin excepción los agrupa la SEP
en la ambigua y equívoca “categoría: poesía popular”, aunque en
realidad se trata de “poesía lírica” más que de poesía “popular”, pues
¿qué es lo popular en poesía? Poetas populares son los que se leen
mucho o los que están en el más directo acceso de la gente, pero aquí
de lo que se trata, en algunos casos, es de poesía didáctica, más que
de poesía popular.
La preselección de estos catorce libros de
poesía para las Bibliotecas Escolares y de Aula es acertada pero
exigua, y lo que no se comprende del todo es por qué si estas
bibliotecas están destinadas a despertar y desarrollar el gusto por la
lectura y por la escritura se le da tanta importancia (entre los 270
títulos preseleccionados) a los materiales informativos. Y esto que es
malo no es lo peor. Lo peor es que la poesía sólo entre a las
bibliotecas escolares y de aula ¡hasta el quinto año de primaria! Para
los grados anteriores lo literario se concentra en mitos y leyendas,
cuentos clásicos y cuentos históricos. ¿Por qué? ¿Quién piensa que
–pedagógicamente– los alumnos de preescolar y de los cuatro primeros
años de primaria sólo tienen interés en la narrativa pero no en la
poesía?
En realidad, uno de los graves problemas de la
lectura en la escuela es el que hemos venido apuntando en esta columna y
en otras colaboraciones: a la poesía se le ha expulsado de la escuela y
la mayor parte de los alumnos (y de los maestros) no sabe leer poesía
porque este alimento nutricio no se les da desde los primeros años.
Las bibliotecas escolares y de aula tendrían que
ser bibliotecas de lectura, no bibliotecas de tareas. Los catorce
libros de poesía son casi nada entre 270 títulos de los cuales 139
pertenecen al género “informativo”. Y si seguimos analizando la lista
de títulos y sus asignaciones por grados, encontramos más absurdos.
Entre los 81 títulos destinados a los alumnos de secundaria, sólo cinco
son de poesía (o más bien cuatro y medio, porque hay una antología
mixta de narrativa y poesía), y estos cinco están clasificados para el
segundo grado; es decir, no hay ninguno específicamente destinado a los
grados primero y tercero.
La idea de que los alumnos desean
preferentemente cuentos y libros informativos es, en esencia, falsa. A
los niños y adolescentes les encanta la poesía si se les proporciona
y, además, se les acompaña en la lectura, la comprensión y la
interpretación. Pero, además, la poesía apela a las emociones y al
sentido musical y a la riqueza del idioma. Que muchos pedagogos y
especialistas en lectura no sepan leer poesía (o no les guste la
poesía), no es razón para limitar de este manjar extraordinario a los
niños y adolescentes.
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