domingo, 2 de junio de 2013

Una década sin Monterroso

2/Junio/2013
Jornada Semanal
Esther Andradi

A la memoria de Gloria Pampillo,
escritora, autora de microrrelatos
(Buenos Aires 11/XI/1938- 27/II/2013).

Hace ya una década que Augusto Monterroso, el más reconocido precursor del microrrelato en español, nos dejó para ir a escribir a otra parte. Desde entonces, su presencia creativa, su don de la precisión, sus ocurrencias han quedado para siempre en sus libros. Donde quiera que estuviese irradiaba sentido del humor. Recuerdo haberlo conocido en las jornadas de literatura Centroamericana y del Caribe en Berlín, en 1988, donde contó, muy suelto de cuerpo, que escribía cortito porque era haragán. Hay que imaginarse que si bien el género breve nació con la literatura misma, a fines de los ochenta todavía no existía el microrrelato como género, ni en español ni en ningún otro idioma, y que recién con el correr del tiempo y frente a la obstinada producción literaria de minificción comenzaron a animarse las primeras investigaciones. Desde entonces hasta hoy mucho ha pasado.
El microrrelato rompió definitivamente con la aristocracia de la novela e implantó, libertario, la forma corta. Cuánto menos líneas, mejor. Y en ese ejercicio de síntesis y profundidad, de agilidad e ingenio, se miden los escritores más renombrados junto con los noveles, los jóvenes con los veteranos, provincianos y metropolitanos. El microrrelato es profundamente democrático. Y aunque Monterroso haya abandonado definitivamente placeres y dolores terrenos, el género sigue ahí. Creciendo.
¿Cuánto, cómo, en qué direcciones? Decidí consultarlo con un puñado de especialistas y autores, algunos de ellos convocados por el VII Congreso Internacional de Minificción que tuvo lugar en Berlín los días 1, 2 y 3 de noviembre del año pasado. Alrededor de treinta investigadores, entre los que se encontraban los más reconocidos del género, se reunieron en la Universidad Humboldt y en el Instituto Iberoamericano de la capital alemana. Tres jornadas de intenso intercambio y también de lecturas. Además de la teoría, la narratología y la poética del microrrelato literario en España e Hispanoamérica, se enfatizó la conexión entre microrrelatos e internet, así como las relaciones entre minificción y medios masivos de comunicación.
¿Qué pasó con el microrrelato en esta década, cuáles son sus posibilidades de consolidación editorial, qué variaciones y matices permite a los creadores? Tres especialistas y dos autores responden a mis consultas y atestiguan además la impronta de Augusto Monterroso en el desarrollo del género.
Monterroso, diez años después
Fernando Valls
A Augusto Monterroso le debemos tres libros esenciales para entender la historia de las formas breves, Obras completas (y otros cuentos) (1959), La oveja negra y demás fábulas (1969) y Movimiento perpetuo (1972). Pero la obra del guatemalteco se entiende dentro de una tradición que pasa por Julio Torri, Alfonso Reyes y Juan José Arreola. Para los españoles, su pariente más cercano sería el Max Aub de los Crímenes ejemplares. Toda esta espléndida literatura llegó muy tarde a España, muy pendiente casi en exclusiva de los autores del llamado Boom, aunque en 2000 se le concediera el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Las primeras ediciones españolas de Monterroso datan del inicio de los ochenta en la prestigiosa Seix Barral. Después, sus libros encontraron acogida en otras casas editoriales no menos significativas, como Alfaguara, Anagrama, Muchnik y Alianza, o en colecciones de clásicos como Cátedra. Pero estos saltos, de una editorial a otra, no favorecieron la difusión de su obra. En cambio, los géneros que cultivó, el cuento y el microrrelato, el aforismo y la fábula, han gozado de gran predicamento también entre nosotros. Por ejemplo, las fábulas las han cultivado también con fortuna, por sólo citar dos nombres relevantes, Juan Benet y Luis Goytisolo, y han sido antologadas y estudiadas por Enrique Turpin, en su obra Fábula rasa (Alfaguara). 
Su gran prestigio, sin embargo, se lo debe al cultivo del microrrelato, convirtiéndolo en uno de sus grandes maestros. Este nuevo género, que en España ha gozado de un auge progresivo en las últimas décadas, tanto entre escritores consagrados como entre jóvenes que se inician en la escritura, tiene a nuestro escritor como uno de los más leídos y venerados, como prueba el monográfico que le dedicó la revista Quimera, coordinado por Will Corral, en 2003, inmediatamente después de su fallecimiento. Y entre sus estudiosos y valedores contamos con dos de primera categoría, como son Juan Antonio Masoliver Ródenas y Francisca Noguerol, quien le dedicó su tesis doctoral.
Por desgracia, muchos lectores sólo lo conocen por el célebre “El dinosaurio”, hoy por hoy inevitable paradigma entre nosotros del microrrelato, con lo que muchos lectores poco informados no acaban de entender ni el prestigio del autor, ni el interés del género. Me imagino que al gran Monterroso este conocimiento tan atrabiliario y parcial de su obra lo hubiera irritado profundamente y, de haber sido un cisne de engañoso plumaje, quizá le hubieran entrado ganas de cortarle el cuello. En fin.
Fernando Valls. España. Profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona
y organizador del VII Congreso de Internacional Minificción junto a Ottmar Ette,
de la Universidad de Potsdam; Dieter Ingenschay, de la Universidad Humboldt,
y Friedhelm Schmidt-Welle, del Instituto Iberoamericano de Berlín.
Un dinosaurio que no va a desaparecer
Martín Gardella
Le debemos mucho a Monterroso, especialmente quienes amamos leer y escribir microrrelatos. A partir de que su famoso “El dinosaurio” fue considerado el cuento más breve del mundo, se abrió la puerta para el estudio de sus otros textos brevísimos, y con ellos, los de otros autores que también escribían textos de similar longitud. De esta forma, se fue logrando conciencia de la existencia de un género distinto del cuento, llamado microficción o microcuento, en el que los textos de Monterroso pasaron a integrar muchas de las antologías surgidas a partir de esos estudios, donde “El dinosaurio” se citaba como un ejemplo perfecto del uso de la elipsis narrativa.
Muchos autores desafiaron la aventura de escribir un texto que lograra arrebatarle el podio de la brevedad al guatemalteco. Surgieron microcuentos de seis, cinco, cuatro, tres, dos y una palabra, e incluso Monterroso logró bajar su propio récord, con “Nulla dies sine línea”, a solo seis. Pero ninguno alcanzó fama suficiente como para olvidar al dinosaurio.
Brotaron también algunos textos que le rinden homenaje mediante el uso de la paráfrasis. Se escribieron miles de reversiones del dinosaurio monterrosiano, que buscan lograr un desenlace todavía más sorpresivo. Así, al despertar, el protagonista del famoso microrrelato se encuentra con distintos seres reales o imaginarios. Vale citar como ejemplo a Vargas Llosa, que convirtió al dinosaurio en unicornio, y a Carlos Fuentes que lo reemplazó por un cocodrilo. Casi todos los autores de microrrelatos han escrito su propio dinosaurio. Pero ninguna variante pudo superar a la versión original.
Sería injusto, sin embargo, limitar el análisis de Monterroso a las siete palabras de su famoso dinosaurio, porque ha escrito exquisitas fábulas, cuentos, ensayos, novela y artículos periodísticos, todos de una calidad literaria admirable. Pero no caben dudas de que gracias a ese texto, tan importante para la microficción, Monterroso alcanzó la inmortalidad.
Martín Gardella, Argentina. Autor.
¿Que pasó con la microficción?
Pía Barros
En Chile han aparecido muchas antologías: Asterión tiene un sello dedicado a publicar libros del género, y como si fuera poco, hace algo más de un año sacamos Basta!+de 100 mujeres contra la violencia de género, que lleva tres ediciones, y la cuarta, bilingüe, inglés-español, ya la presentamos en eu. Basta! se ha replicado en el Perú, saldrá este año una de Cien Venezolanas, la de Cien Argentinas, Cien Latinas, y muchas más. También sacamos Basta!+cien hombres contra la violencia de género, y la trilogía finaliza con Basta!+ de 100 cuentos contra el abuso infantil. Se transnacionaliza la problemática de género y también la minificcion: ningún texto puede tener más de 150 palabras.
Rabia, conciencia, literatura, irreverencia. Fiel a sus inicios, sigue vivo y creciendo, ¿qué más se le puede pedir a la creatura de la minificción?
Pía Barros. Chile.
Autora, editora, coordinadora de talleres.
¿Qué posibilidades de consolidación
a nivel editorial tiene el género?

Lauro Zavala
En el número más reciente (invierno 2012) de la revista semestral de investigación El Cuento en Red, que dirijo desde su creación en el año 2000, se publicaron diversos panoramas bibliográficos sobre lo que se ha publicado en creación y estudios de minificción hasta la fecha en Argentina, Colombia, México, Perú y Venezuela. Y en todos estos países se puede observar cómo, después de la publicación del volumen colectivo de la Revista Interamericana de Bibliografía, coordinada por Armando Epple en 1996, los estudios sobre la minificción se han estado incrementando de manera sostenida. Este número monográfico se puede consultar en El Cuento en Red. En el número del 15 de mayo, tenemos el panorama bibliográfico de España.
Cada año se incrementa el número de antologías, tesis doctorales y estudios que se producen en lengua española acerca de la minificción. Cada día se abren más cursos especializados en el estudio de este género literario. La divulgación editorial rebasa la palabra impresa y alcanza las redes digitales. Tres referentes imprescindibles son: FM (Ficción Mínima), creada por Violeta Rojo en Venezuela en 2008, como resultado de una inicativa propuesta en el Congreso Internacional de Patagonia; RM (Red Mini), creada por Graciela Tomassini y Stella Maris Colombo en Argentina en 2012, que registra y difunde los materiales académicos que marcan un hito en los estudios sobre minificción, y la IM (Internacional Microcuentista). Y también existe en portugués la revista en línea Minguante, creada en 2008.
En estos diez años, yo destacaría, además del estudio imprescindible del colega argentino David Lagmanovich, la antología Mínima expresión, de Violeta Rojo, en Venezuela; El libro de oro del TCQ, en Uruguay, y El microcuento en lenguaje radiofónico, de Silvia Quezada, en México. Estos y muchos otros materiales contribuyen a la consolidación de un género que ya forma parte del horizonte editorial en nuestra lengua, y que empieza a ser objeto de traducciones y estudios en otras lenguas, como el estudio de la colega italiana Giovanna Minardi, Augusto Monterroso e la minifinzione ispano-americana (Andrea Lippoli Editore, Messina, 2007).
Lauro Zavala. México. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.
De Microlocas y otras micros
Carmen Valcárcel
Uno de los aspectos que destaca en la mayoría de los microrrelatos escritos por mujeres es que los mismos conjuran y conjugan, por igual, la escritura y el afán por escribir en una propuesta conscientemente transgresora, antiacadémica, iconoclasta y desmitificadora de la condición y el espacio femeninos. La escritura tiende a apropiarse de la esfera doméstica y la esfera doméstica invade la escritura.
La actitud rompedora que caracteriza los microrrelatos de escritoras jóvenes, como Carola Aikin, Patricia Esteban Erlés, Cristina Grande, Isabel Mellado o las Microlocas (Eva Díaz Riobello, Isabel González, Teresa Serván e Isabel Wagemann) aporta no sólo nuevas propuestas de género –alejadas de cualquier estereotipo (en un camino inaugurado y explorado, entre otras, por Pía Barros, Luisa Valenzuela, Cristina Peri Rossi o Ana María Shua–, sino también una renovación, en general, de la microficción. 
La vida se convierte en el tejido de la obra, el mundo cotidiano se trenza con el literario, “la cocina”, como señala Clara Obligado, “se convierte en laboratorio y el día a día se filtra en la creación poética”.

                              Carmen Valcárcel. España. Universidad Autónoma de Madrid



No hay comentarios:

Publicar un comentario