Laberinto
Braulio Peralta
Es sano que un editor conozca la bodega de libros,
el stock de obras que toda empresa editorial tiene celosamente oculta. Libros,
en su mayoría sin posibilidades de venta, una vez que retornaron de su primera
distribución sin captar el interés del lector. Que un editor no visite esas
bodegas es negarse a observar de primera mano los fracasos en su elección para
decidir el libro que, creyó, sería un gran éxito comercial.
La primera vez que tuve oportunidad de ir a la
bodega la imaginé como un cementerio de ideas que ni siquiera sobrevivieron, de
cara al lector. Múltiples razones para el fracaso de una obra. Los editores son
soñadores; los vendedores, gente que apenas mira la portada del volumen sin
conocer sus contenidos: asume que el editor les cuenta la historia, misma que verterá
al distribuidor para que lo adquiera para su colocación, y a esperar su
destino...
Los fracasos del editor se huelen en esas
bodegas. Sueños rotos en todo tipo de género: narrativa o poesía, ensayo o
crónica, autoayuda o supuestos best sellers…Una lista interminable de títulos
que son un desastre económico para la editorial. Obras que tuvieron la
oportunidad de ser novedad y salir a la venta en una primera ronda, una segunda
y quizá hasta una tercera ocasión. Si no venden, el retorno a las bodegas será
su tumba, hasta que llegue a la trituradora, la desaparición absoluta de toda
idea contenida en una página. Vida cruel para un editor con ilusiones.
Ahora que tenemos el Gran Remate de Libros en el
Auditorio Nacional recordé las bodegas de las grandes empresas trasnacionales.
Bodegas enormes, insuficientes para tanto fracaso. Fracaso que ahora quiere revertirse
como éxito por los organizadores del evento. No: ahora las bodegas de libros
salen a exhibición, la vergüenza que se disfraza de éxito cuando la realidad es
otra. Dime qué libro publicaste y te diré que tipo de editor eres.
Enumerar los fiascos de un editor es hacerse hara
kiri. Un editor aprende de sus errores: una larga lista de libros “extraordinarios”
que por diversas razones no encontraron su lector. O el vendedor no hizo su
tarea, o el distribuidor no se interesó en el título, o estuvo presente en
librerías pero el lector simplemente ni lo peló. También, pésima difusión y
peor publicidad. Un excesivo, inventado, o ineficiente mercado del libro. Es
más fácil fracasar que lograr un éxito de ventas. Así, hasta la eternidad.
Consejo: deje para la venta nocturna toda
adquisición de libros en el Auditorio Nacional. Ninguna editorial quiere
regresar nada a sus bodegas. Es archivo muerto. Aproveche y, de paso, vaya a presenciar el
fracaso de la industria editorial, aunque presuman de su gran consolidación, de
ese gran remate con saldos de libros con hasta 80 por ciento de descuento. Los
lectores son los que ganan de un fracaso, claro, si encuentran algo que valga
la pena.
Coda
No estaría mal que algunos autores con ínfulas
de éxito se dieran una vuelta para verse en el espejo de su realidad.
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