domingo, 19 de agosto de 2012

José Carlos Becerra Revisitado

19/Agosto/2012
Jornada Semanal
Ricardo Venegas

Al enterarse de la repentina muerte de José Carlos Becerra (1936-1970), José Emilio Pacheco y Gabriel Zaid comenzaron a reunir su obra poética, encontrándose con la sorpresa de que además de los libros publicados, Becerra había dejado otros cuatro que fueron escritos entre 1964 y 1970. Es verdad que por momentos la leyenda rebasa la realidad. Advierto que la obra completa de Becerra debería leerse en dos partes: la primera, compuesta por el conjunto de libros y poemas que el poeta escribió, corrigió y publicó en vida; y la segunda, que comprende los libros y poemas que Zaid y Pacheco decidieron publica. En el caso de los libros Fiestas de invierno y Cómo retrasar la aparición de las hormigas (a todas luces libros en proceso, apuntes muchas veces), habría que cuestionar si, en su interés por dar a conocer los libros inéditos de Becerra, Pacheco y Zaid no contradicen el espíritu autocrítico de Becerra. Ellos mismos expresan que: “José Carlos siempre mostró sentido crítico para publicar y, revisando lo que dio a la imprenta, lo que dejó inédito, las variantes que siempre son clarísimas mejoras, etcétera, llegamos a la conclusión de respetar sus decisiones, aunque al precio de omitir páginas que nos gustaría haber incluido.”  Siguiendo esta dinámica, los antologadores decidieron no incluir tres libros de juventud del propio Becerra. Aún así creo que es necesario establecer esta división en la obra del tabasqueño, ya que no podemos, desde un sentido justo, evaluar con la misma mirada crítica una obra publicada de manera póstuma que nació de una circunstancia fatal y ajena a su autor.
El momento de madurez en la poética de Becerra se encuentra en Relación de los hechos y La Venta; sin embargo, José Joaquín Blanco dice que La Venta es: “El libro fundamental de Becerra y uno de los mejores que ha producido su generación: de hecho hace innecesarios los demás libros reunidos en El otoño recorre las islas: los subordina, rebasa, opaca y casi (o sin el casi) suprime”. Su incendiaria crítica a Relación de los hechos no está lejana a la realidad (sólo si lo pensamos como un libro, como un universo poético). Si bien encontramos poemas verdaderamente memorables como “La otra orilla”, “La bella durmiente” y “Causas nocturnas”, como libro, Relación de los hechos es excesivo a nivel discursivo. Pero de un libro a otro Becerra fortalece sus recursos. Relación de los hechos está cargado de densidad, pero en La Venta el yo se disuelve, por momentos, y se torna más trascendente el tema que aquel que lo enuncia: “El yo es odiable, escribió Pascal/ mientras limpiaba sus armas para pelear con el infinito.” Si en Relación de los hechos el poeta buscaba frenéticamente su identidad, después de la muerte simbólica que implica la ruptura amorosa, en La Venta hay una mirada hacia la Historia y sus mitos (arcaicos y modernos).  José Carlos Becerra pasa de la fragmentación y organización del rompecabezas de la identidad perdida y reinventada (de ahí el uso de la sinécdoque como fórmula maestra: labios, manos, ojos, mirada) al deseo absoluto de totalidad.

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