sábado, 9 de julio de 2011

Críticos, narcos y católicos

9/Julio/2011
Laberinto
Heriberto Yépez

Discrepo cordialmente en que criticar la cruzada de Javier Sicilia esté fuera de lugar, como se ha venido argumentando.

El culto católico hecho cultura es la idea de que en nombre del Bien debe haber Unidad. Y dejar la crítica para “otro momento”.

El absurdo de la izquierda es ser religiosa. La teología de la liberación es una contradicción de términos. La teología es la idea de un ser superior del que dependemos. La teología no puede liberar: es esclavitud mental.

Se nos reclama señalar que Sicilia es un pastor del derechismo de la izquierda, así como criticar su mesianismo y su simplificación de la narcoguerra —en la que resultan dignos de monumentos incluso los narcos que se matan entre sí— y se sugiere que si no cooperamos con este movimiento populista, mejor callemos.

Es católico creer que cierta crítica peca de “inútil”, “charlatana” o “soberbia”.

Y que hay cosas que no deben criticarse.

Iglesia y PRI nos acostumbraron a ver con malos ojos al que desacuerda con Los Buenos.

Hoy Los Buenos Culturales son los Pacifistas Anti-Narcoguerra.

Ni la guerra de Calderón ni el movimiento anti-narcoguerra van a la raíz del problema: el narco es creado por los valores centrales de nuestra cultura. Mientras esos valores —sobre todo familiares y religiosos— no cambien, el narco crecerá.

Los valores católicos son responsables de la forma en que el narco —crimen y consumo— ha crecido; son el factor que pocos han querido señalar, ¡aunque incluso un cártel se llame La Familia!

Lo siciliano es no ver que lo católico y lo narco están entrelazados.

Patriarcado, sacrificio y castigo católicos son el credo de la narcocultura y, por supuesto, los detonadores de la miseria existencial que conduce a adicción y sicariato.

La narcoguerra es el catolicismo mexicano llevado a su último altar.

Por eso estoy en desacuerdo con Sicilia y sus crucifijos, pues al alimentar el cristianismo mexicano fortalece aquello, precisamente, que alimenta las causas profundas del narco.

Muchos terapeutas saben que lo que voy a decir es cierto: casi todo adicto a las drogas se ve a sí mismo, inconscientemente, como un Cristo. Y Dostoievsky sabía que el “criminal” es alguien preso de la culpa cristiana.

El catolicismo —incluidos aquellos más Buenos que la Mala Iglesia— no quiere asumir su responsabilidad.

El cristianismo autodestruye la energía del hombre y mortifica al cuerpo. Mucha gente llega a las drogas por este secreto inconsciente.

Blake, Marx, Nietzsche y Freud lo sabían y, sin embargo, hoy muchos buscan excusas para ya no saberlo.

Lo que critico de la cultura católica es justo que al crítico se le crea un problema; que al crítico se le pida que no perjudique al “movimiento”, y que si no está de acuerdo con el santo en turno, mejor no hable.

Sicilia es más de lo mismo.

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