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“Se busca crítico literario. Hombre o mujer joven, menor de 35 años, que posea el demonio de la crítica y que ejerza con pasión ese género que en México ha tenido grandes plumas. Requisitos: que sea incómodo y temerario, que haya publicado reseñas en revistas marginales, ediciones con poca circulación o en blogs y páginas electrónicas, que no sea nada complaciente ni vea a la crítica como una manera de acceder a la República de las Letras”.
Ese perfil de todo crítico debe ser también la convocatoria de toda publicación; sin embargo, en México la situación de la crítica literaria no es la mejor. Cada vez son menos los espacios dedicados a ese género y muchas veces, quienes se dedican a hablar de literatura, son jóvenes que ven en la crítica la posibilidad de entrar a la literatura.
Hace unos días, la revista Letras Libres concluyó su periodo de fichaje; por vez primera esa publicación convocó, a través de un concurso en línea, a jóvenes críticos para que enviaran trabajos publicados, y así poder cazar a nuevos talentos. La respuesta fue buena y mañana publicarán la lista con el nombre de los diez jóvenes escritores que mejor cumplieron los requisitos, de ellos saldrá el ganador del certamen que incluye la publicación de la crítica en la revista y 50 mil pesos.
A partir de esa convocatoria, críticos literarios de probada trayectoria analizan la situación de la crítica literariay sus problemáticas. Ricardo Cayuella Gally, Armando González Torres y Geney Beltrán, reflexionan sobre ese quehacer literario, la falta de incentivos y de lectores y los peligros de las becas.
La crítica situación de la crítica
Las problemáticas de la crítica literaria en México son diversas: se reducen los suplementos, revistas y páginas culturales y, por ende, los espacios para el ejercicio de ese género; no es un oficio que permita vivir de eso y la crítica no es considera un género literario, a veces es denominada literatura secundaria.
Esos no son los únicos problemas. Muchos que la ejercitan no la consideran un género de la literatura sino una carrera ascendente para entrar a la República de las Letras; además, hay un temor a quedar mal con alguien que después pueda ser el tutor de una beca o el encargado de un encuentro.
Cayuela, editor de Letras Libres, enumera tres de los grandes problemas de la crítica literaria: las redes “inevitables o muy características del México de las cortesías”; es decir, las de los intereses compartidos, el peligro a quedar mal con alguien que después pueda ser el tutor de una beca, el organizador de un taller, el que te invite a un encuentro.
A eso se suma, que la crítica no se ve como un género más de la literatura, sino como una carrera ascendente para entrar a la vida literaria o a la República de las Letras. “Esto hace que mucha gente que empieza muy filosa y muy activa, una vez que se acomoda dice: ‘lo mío es la novela’, ‘yo siempre quise ser cuentista’, y se cuida mucho de qué dice, a quién se lo dice y cómo lo dice”. La tercera son los pocos espacios para publicar. En este último elemento, coinciden todos los especialistas.
Ellos están de acuerdo en señalar que la crisis de las publicaciones en papel, que no es privativo de México, es un grave problema; sin embargo, dice Cayuela Gally, entre que se consolidan espacios digitales fuertes, con prestigio y con público y con cosas que decir, y desaparecen suplementos y revistas culturales, se ha creado un vacío que es peligroso para la crítica.
Y alertan sobre dos fenómenos negativos: reducción de espacios para el ejercicio de la reseña de novedades, y la pésima distribución de libros de crítica publicados en sellos (usualmente) universitarios o gubernamentales.
Armando González Torres y Geney Beltrán señalan como otra grave problemática la falta de lectores de crítica, a consecuencia del desinterés en las artes y las humanidades.
“A falta de una demanda, la industria editorial y las publicaciones periódicas consideran innecesario generar una oferta”, señala Beltrán.
Armando González Torres reconoce que por un lado existe la tendencia a reservar espacios cada vez más pequeños a la crítica y muchas veces el comentario crítico se confunde con la noticia o la publicidad. “Por lo demás, existe un interés desigual hacia los distintos géneros y se dispone de más espacios para la crítica de géneros comerciales como la novela y muchos menos para otras modalidades de narrativa, o para la poesía y el ensayo”.
A lo anterior se suma el hecho de que el espacio disponible para la crítica es totalmente asimétrico al tamaño de la producción y suele concentrarse en editoriales poderosas o autores prestigiosos y que muchas novedades valiosas se tienen que resignar a circular sin recibir un solo comentario.
González Torres dice que además existen incentivos inadecuados para la crítica. Por un lado, la crítica periodística no tiene el prestigio ni la remuneración que estimule su profesionalización, lo que obliga a la rotación e improvisación de cuadros. Por otro lado, la estrechez del mercado cultural, la concentración de poderes y la importancia de las relaciones personales en el ascenso profesional en la literatura inhiben la crítica y desestimulan una cultura del debate.
Una crítica literaria correcta
Geney Beltrán, autor de El sueño no es un refugio sino un arma y crítico literario de la Revista de la Universidad de México, dice que aunque hay muy buenos críticos en México, resulta imposible para cualquiera de ellos vivir de su escritura y ante eso sólo les queda la cátedra universitaria, las becas y el trabajo editorial o de promoción cultural. “Esta falta de profesionalización no impide, por supuesto, que se desarrolle una carrera como crítico; sencillamente, sólo la hace más difícil y azarosa”.
Cayuela asegura que por esa razón convocaron a jóvenes, pues parten de la certeza de que una gran ventaja es que la crítica joven no está tan maleada como la crítica de sus mayores.
“Sentimos que en México el sistema de becas y de pleitesías y de premios y de recompensas obliga a una cierta cortesía en el trato personal y escrito y eso ha hecho que la temperatura crítica baje mucho. Los jóvenes, sobre todo los que vienen de la marginalidad, tienen menos miedo de meterse en problemas; yo creo que un crítico esencialmente es alguien que quiere meterse en problemas”, señala el editor y ensayista.
Nadie duda que la crítica literaria es fundamental para la continuidad y salud de una tradición literaria. González Torres asegura que en su concepción más acabada, la crítica literaria no sólo se encarga de informar o juzgar la producción artística, sino de conectar con el pasado, crear gusto, apostar por valores y aclimatar nuevas formas. “La crítica, por lo demás, no es una facultad desvinculada de la creación y mucha de la denominada literatura secundaria, como le llaman a la crítica, puede convertirse en literatura de primera”.
El autor de ¡Que se mueran los intelectuales! dice que en México la crítica literaria, sobre todo la que se expresa a través de revistas, suplementos y periódicos (la crítica académica, si bien fundamental, suele acotar su influencia al campo de los especialistas) juega un papel importante para extender el diálogo libresco y mediar entre la producción artística y el consumo más amplio.
Y recuerda que en México hay una arraigada tradición de escritores y críticos, como los Contemporáneos, que en el siglo XX participaron tan activamente en la creación artística propia como en la construcción de un canon y una tradición literarial. Una costumbre que continuaron autores como Octavio Paz. “En la actualidad, si bien ya existe un estamento académico muy consolidado, muchos de los críticos más notables siguen siendo escritores”.
Por eso es necesario revertir la tendencia de cerrar espacios en suplementos y revistas, dice Geney Beltrán, pues la dinámica de los intercambios intelectuales, las polémicas y las revisiones crítica es necesaria para la vitalidad y renovación de cualquier literatura.
Una joven crítica incómoda
Geney Beltrán asegura que en la generación más joven hay muy buen talento crítico desaprovechado y aunque muchos desarrollan su trabajo crítico en la academia, que proporciona mayor seguridad, tiene escasa vinculación con lectores no especializados.
Cayuela Gally ha encontrado en los críticos jóvenes una incomodidad vital muy fuertes ligadas a las circunstancias del país. “Ese tono áspero y desesperado que son como gritos de impotencia a lo que estamos viviendo se trasmina a sus reseñas; le cuestionan mucho a los libros de los que hablan, también hay un cierto cuestionamiento de los grandes nombres recibidos y eso también es bueno porque la literatura avanza muchas veces gracias al parricidio”.
Justo a esos escritores jóvenes que tienen dentro el demonio de la crítica apela Cayuela Gally y a partir de allí “ampliar las miras de un crítico joven, que mire otras lenguas, otras publicaciones, que escape un poco de la barrera del nopal que a veces nos atenaza”.
Sin embargo no la tienen fácil. Armando González Torres dice que para imponer su talento y su agenda de gusto, los críticos emergentes deben luchar contra todas las inercias.
A la caza de nuevos talentos
El concurso convocado por Letras Libres apuesta por encontrar a jóvenes cuya verdadera vocación sea la crítica. Buscan una nueva camada. Y lo hacen en todo México, saben que hay una cultura crítica en Villahermosa, Tijuana, Monterrey, Guadalajara o Puebla.
“Queremos que ese filón de la periferia y de la marginalidad se incorpore a un discurso central y que lo enriquezca y sobre todo lo problematice. Queremos críticos que sean incómodos, que digan verdades que todos sabemos y que nadie dice”, afirma Cayuela.
Cualquiera de esos diez críticos que mañana serán dados a conocer, representan una “bolsa” de renovación de nuevos colaboradores. “Cazar es parte del trabajo de esta redacción, revisar blogs, revistas de provincia, pequeñas editoriales marginales y ver gente joven que esté diciendo cosas, no podemos quedarnos siempre los mismos diciendo las mismas cosas”, concluye Ricardo Cayuela Gally.
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