Laberinto
Hay una superstición en el medio intelectual mexicano oficial que dice que los principales intelectuales y libros del país —merecedores de nuestra lectura, mención y memoria— provienen de la estética: escritores, pintores, “creadores”.
Durante la primera mitad del siglo XX los intelectuales nacionales más notables, en efecto, fueron literatos o artistas: Reyes, los Contemporáneos, Rivera, Paz, Fuentes, Monsiváis, Cuevas. Pero las siguientes generaciones no estuvieron a su altura.
Empero, la inercia conservó la premisa acerca de la preeminencia de las letras y el arte por encima de otras disciplinas.
El lector ya sospechará: hay otra rama que en las últimas décadas ha superado en calidad, relevancia cultural e innovación a las letras mexicanas (ya estancadas) y al arte (en suspenso internacional) pero ese viraje no ha sido señalado.
Se trata de la antropología, los estudios mesoamericanos y la etnografía mexicana en general.
Lo sé, lector literario. Esto parece puramente “académico”. Pero no lo es.
Sus primeros líderes visibles fueron autores como Alfonso Caso o Miguel León Portilla. Posteriormente el mundo intelectual y las editoriales fomentaron la circulación de obras de Laurette Séjourné —prácticamente mexicana— o, digamos, Enrique Florescano. Pero estos nombres eran sólo el asomo público de una órbita de autorías menos visibles editorialmente.
Sus precursores son tan viejos como México: Fray Bernardino de Sahagún y, en cierto modo, los propios hombres de conocimiento del antiguo México.
Si hay una tradición intelectual ininterrumpida en México es la de los investigadores de las culturas indígenas; más antigua y fuerte que la literaria, que ha sido irregular en la historia colonial y moderna de México.
¿El autor mexicano más prominente de la actualidad? Alfredo López Austin.
Su obra Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas debería ocupar el primer lugar en los libros mexicanos más importantes de los últimos 30 años. Ninguna novela, ningún poemario de ese periodo logra superar el mundo que esa obra atrapa.
¿Mejor libro del 2010?
Monte Sagrado-Templo Mayor de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján, otro notable, quien coordinó (con Guilhem Olivier) el segundo mejor libro del año: El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana, editados por INAH-UNAM-Conaculta.
La próxima semana seguiré con este tema (el cambio más sustancial en la cultura intelectual nacional en las últimas décadas): la literatura mexicana ha perdido su liderazgo intelectual. Pero los propios miembros de la intelectualidad mexicana no se han dado por enterados.
Aunque no parece advertirlo o asumirlo, la antropología mexicana es, desde hace tiempo, la rama intelectual primordial de este país.
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