Laberinto
Recientemente asistí a la convención anual de la Modern Language Association (MLA) norteamericana, que reúne académicos (investigadores y profesores) de literatura y lenguas. Se realiza desde 1883.
Este 2011 ocurrió en Los Angeles del 6 al 9 de enero. Imposible pormenorizar lo sucedido. Fueron 821 sesiones. Pude asistir a 20. En esas sesiones ubiqué curiosas constantes.
Consenso: la academia norteamericana está en aprietos. La Convención incluso dedicó su primera jornada al tema: “La academia en tiempos duros”.
Hay crisis global de las Humanidades, que sufren eliminación, recortes o, al menos, choteo, debido a su aparente o real inutilidad social.
El tema troncal fue “narrar vidas”. Fue intrigante cómo el tema de la narración de la vida y el tema de la crisis académica se relacionaron subterráneamente durante la Convención.
La crisis económica creció tanto en USA que llegó a la élite académica, que al sentir amenazada su fuente de trabajo está buscando consciente e inconscientemente el tema de la intimidad: como si el peligro económico inspirará a la academia a resaltar la debilidad del cuerpo y la relevancia de la tribulación individual; como si la recesión le recordara al académico su propia fragilidad y, sin darse cuenta, esa vulnerabilidad la vuelca en lo “otro”, lo literario que “analiza”.
La crisis presupuestal hizo que una cantidad sorprendente de académicos en diferentes foros hablaran de volver a la biografía como criterio de interpretación del texto (¡volver al Autor!), volver a la belleza (y dejar la teoría fría, decían, dejar la jerga). En algunos casos, negar la historia y volver a la estética. Se habló inclusive de darle una segunda oportunidad al liberalismo —que, se dijo, después de todo, no hay porqué satanizar— y, en otra ocasión, de “retornar a lo real”.
Este afán de retroceder teóricamente está ligado al deseo de proteger su puesto.
Algunos creen que la abstracción teorizante los hizo perder piso. No quieren seguir ese camino. Quieren desandar sus “excesos”.
Ser accesible, sensata y vincularse al ciudadano normal, también encarnado, sufriente y en riesgo laboral. La Convención fue estimulante pero dominada por el pensamiento conservador.
Los paradigmas de la academia están directa pero secretamente vinculados a la defensa de su profesión. Los académicos creen analizar textos y contextos cuando, en realidad, justifican y diagnostican su área de trabajo.
La academia fabrica o retoma ideas con tal de asegurar su sobrevivencia. En tiempos de bonanza esto no se nota; en tiempos de desempleo, se evidencia y casi explota.
El objeto secreto de la academia es su futuro enjuto. Lo demás es secreto pretexto.
Dice Bachelard que la concha es la forma del miedo. La Convención del MLA tuvo la forma de una concha protectora.
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