Laberinto
Me gusta Bach. Con estas palabras finaliza la entrevista Mario Vargas Llosa. Y sonriendo, afirma: “Soy un melómano”.
El escritor estuvo en nuestro país para recibir el doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad Nacional Autónoma de México y, como sucede en cada una de sus visitas, para cumplir una apretada agenda de actividades públicas y privadas, entre ellas un diálogo literario con Sealtiel Alatriste en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, como parte de los festejos por los cien años de la UNAM.
Durante la charla, Alatriste le anunció que se había hecho acreedor al Premio Internacional Alfonso Reyes —cuya primera entrega la obtuvo Borges en 1973—, por lo que deberá regresar en diciembre para recibirlo en la ciudad de Monterrey. Fue un paréntesis en medio de una conversación en la que el autor de Los jefes habló de sus libros, de su vida, del Perú, del que estuvo alejado en la infancia, cuando su familia decidió radicar en Bolivia, y al cual idealizó como un país pacífico hasta que al volver, ocho años después, lo encontró envuelto en la feroz dictadura del general Manuel Odría. “Toda nuestra juventud la pasamos dentro de ese sistema. […] Vivíamos en una sociedad en la que la única forma de actividad política era la clandestinidad. Vivíamos en la cultura de la ignorancia”, recordó.
Novelista, dramaturgo, político, periodista, el peruano está convencido de que la democracia es necesaria en América Latina y que la literatura es “una impresión de la vida”, una expresión libre de ataduras políticas.
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La nueva novela de Vargas Llosa, El sueño del celta, tendrá el 3 de noviembre un lanzamiento simultáneo en todo el mundo de habla hispana, se refiere a ella unas horas antes de su encuentro en la UNAM, durante una reunión con periodistas mexicanos en el piso 26 del hotel Hilton del Centro Histórico, frente a la Alameda Central.
Son las 10 de la mañana y el escritor llega puntual el viernes 24. Recién bañado, con un suéter negro y el tiempo contado para cumplir enseguida otros compromisos —visitar la Catedral, por ejemplo. Está de buen humor y atiende a los reporteros que, uno tras otro, lo entrevistan. A punto de marcharse me mira —esta charla no estaba programada— y dice: ¡Falta usted!
Residente en España desde hace muchos años, le pregunto cómo se mira a México a partir de lo que publica la prensa europea, hablamos de la tendencia a convertir la información en espectáculo, del periodismo cultural y de su vocación por la dramaturgia. Estas son sus respuestas:
AMÉRICA LATINA Y MÉXICO DESDE EUROPA
En Europa, de América Latina casi no se habla, no se sabe mucho. Se tiene en la mira al mundo asiático, pues es la gran economía. Con su gran desarrollo económico el Asia se ha convertido en un mercado atractivo, en socios económicos atractivos, por lo tanto, hay una información muy grande sobre dichos países. Hay otras regiones del mundo cuya problemática económica y política hacen que estén siempre en la actualidad, como Medio Oriente. De América Latina la información es mucho menor y el interés es igual.
Sí creo que existe democracia en México, imperfecta, como es el caso de todos los países de América Latina, pero hoy en día la sociedad mexicana es una sociedad más libre que cuando tenía el control político el PRI. Ahora es una democracia que está mediatizada por una serie de factores, entre ellas el narcotráfico.
El narcotráfico ejerce una violencia y presión terrible. Matan a periodistas todos los días porque no les interesa que haya una información libre, independiente, respecto a ese tema. Ese problema muestra hasta qué punto el narcotráfico no es un problema o un asunto puramente criminal, es un problema que tiene que ver con las instituciones de nuestro países. Por ello es un problema que debe ser resuelto cuanto antes.
LA INFORMACIÓN DE LA VIOLENCIA
México tiene el gran problema de que la información se ha convertido en un espectáculo. No hay espectáculo que resulte más atractivo para un público que la violencia, que los hechos de sangre, entonces, la violencia social que vive México, en razón, fundamentalmente, sobre el narcotráfico, considero que tiene una cobertura desproporcionada. No sólo en Europa, también en el resto del mundo. Muchas veces es una información que carece de objetividad y que no da todos los elementos de juicio como para saber exactamente cuál es la situación real. Pero también creo que eso no obedece a un prejuicio contra México o contra América Latina. No. Tiene que ver con una tendencia general de la información. La información busca entretener y divertir, y la violencia entretiene y divierte muchísimo a un enorme sector de gente y, por supuesto, la prensa y los medios en general alimentan ese tipo de apetitos, lo cual es lamentable y es un hecho sobre todo cultural, lamentable y característico de nuestra época.
VIOLENCIA VS PERIODISMO CULTURAL
Creo que vivimos en un mundo en el que hay una oferta cultural tan enorme que genera una enorme confusión. Es muy difícil saber hoy en día qué es bueno y qué es malo en ciertos campos porque hay informaciones frívolas respecto a eso. El periodismo tendría que ser un instrumento que discrimine en el campo cultural entre lo que es importante, entre lo que es profundo y lo que es superficial y lo que es trivial, y permita orientarse un poco a la gente que está sumida en la confusión en el campo de la cultura… No siempre es así, por desgracia, aunque hay algunos casos, hay ejemplos, hay diarios más responsables que otros, hay programas de televisión más éticos que otros, pero creo que gran parte la cultura en nuestro tiempo se ha trivializado, es una cultura que vive la actualidad, el espectáculo. Cuando la máxima ambición de la cultura es eso, entretener, el resultado puede ser catastrófico, en lo que se refiere a los productos culturales. Es un tema que no tiene fronteras, que se da tanto en el primero como en el tercer mundo.
EL TEATRO Y LA MÚSICA
El teatro es con lo que yo empecé y con lo que me gustaría terminar, porque me apasiona. Siempre digo que si en Lima, cuando yo empecé a escribir, hubiera habido un movimiento teatral, hubiera sido sobre todo un dramaturgo, pero no había, había muy poca vida teatral. Y me fui hacia la novela.
Para un novelista, para alguien que se pasa la vida inventando historias, el teatro es vivir la ficción, en ningún género se vive la ficción con la autenticidad con la que se vive en el teatro. Las personas que encarnan la ficción en el teatro son seres de carne y hueso. Quienes están en el escenario experimentan una transformación, pasan a ser personajes de ficción, con las mismas características con las que se vive la vida. Fugacidad, una durabilidad limitada, una intensidad extraordinaria, entonces, el teatro tiene, para cualquier persona, pasión por la ficción, tiene esa fuerza persuasiva. Es el género que más se acerca a la vida, que imita más y mejor a la vida.
Vargas Llosa se levanta de su asiento y me extiende la mano para despedirse. Le hago otra pregunta:
—¿Le gusta la música?
—Sí, me encanta. Soy melómano —me dice.
—¿Cuál es su compositor favorito?
Suelta una carcajada, comienza a caminar y contesta:
—Bach. Me gusta Bach.
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