Babelia
No es fácil establecer una frontera entre las obras literarias consideradas serias y aquellas que provocan la carcajada. Cada una cumple su papel, pero cuando seriedad y humor se juntan se convierten en aliados perfectos. La literatura siempre ha demostrado esa armonía, y en lengua española ya lo hizo Miguel de Cervantes con Don Quijote. De libros para reír se hablará en Bilbao en la Primera Semana Internacional de Literatura de Humor y Humor Gráfico. Como antesala, una serie de escritores, cineastas y cómicos repasan la biografía de esa relación entre literatura y humor y recomiendan algunos de sus libros preferidos de todos los tiempos desde la crónica, la novela o la biografía. Las opiniones se acompañan de algunas recomendaciones de lecturas de libros que nos han hecho reír en los últimos dos años.
Daniel Samper Pizano
Humor y literatura... Pero, ¿acaso es que hay mucha literatura sin humor? Desde Homero hasta John Irving y desde Cervantes hasta García Márquez, pasando por Aristófanes, Petronio, Chaucer, Juan Ruiz, Boccaccio, Shakespeare, Quevedo, Rabelais, Sterne, Balzac, Gógol, Wilde, Twain y Borges -sin mencionar Las mil y una noches y mil y un autores más- acudieron al humor para construir su literatura. Sería interminable la lista de escritores a quienes debo sonrisas y risas. Pero nombraré solo a dos: Giovanni Guareschi (1908-1968), autor de El pequeño mundo de don Camilo, y el que considero ya un clásico: el Negro, de Roberto Fontanarrosa (1944-2007).
Daniel Samper (Bogotá, Colombia, 1945) es escritor. Su último libro es Para papá (Espasa), escrito con Jorge Maronna.
Juan Bas
Probablemente la literatura de humor no goza hoy, ni lo ha hecho nunca, de buena salud. Y se valora como narrativa menor por la crítica especializada. Quizá se deba a que se trata de un género difícil en el que es más complicado que en otros conseguir un buen resultado literario. Se publican una mayoría de libros humorísticos mediocres que se limitan a meter los chistes y gags con calzador. El humor en literatura creo que es otra cosa: una manera propia de mirada y de narrar que debe de formar parte del argumento, las tramas y los personajes. Un buen ejemplo, el Quijote. Dos novelas de humor que aprecio: El buscón, de Quevedo, y Ulises, de James Joyce.
Juan Bas (Bilbao, 1959) es escritor. Su último libro es La resaca del amor (Temas de Hoy).
Mayra Santos-Febres
Me desternillo de la risa cada vez que leo algunos ensayos de Chesterton o releo los pasajes del Diario de Adán y Eva de Mark Twain. No lo puedo evitar. En el Diario, Twain traspone la parodia como mera inversión de la realidad. Ilustra el profundo absurdo que es la existencia humana, el hecho de que estamos aquí, nos creemos "reyes de la creación" y en realidad no entendemos un pepino de lo que es la vida; ni hoy, ni mañana ni nunca la entenderemos, ni siquiera entendimos lo que fue en el nacimiento de los tiempos. Que esta vaina está brutal, hermano, y que nadie sabe nada, ni nos llegan las instrucciones de uso. Volviendo a Chesterton, en el ensayo El humor cockney, el humorista inglés dice que solo los humildes pueden reírse de sí mismos, porque el humor es el reconocimiento de las limitaciones propias y de lo efímero que es el tránsito humano por la vida. Y, en Movimiento perpetuo (otro rarísimo texto de uno de mis escritores favoritos, el guatemalteco Augusto Monterroso) se argumenta que las dos máscaras del tímido son la melancolía y el sentido del humor. Y que el ser humano está perdido si se las quitan las dos. En realidad, creo que el humor literario es una subversión y una operación moral. Subvierte los órdenes del mundo y tira al piso las jerarquías que se apoyan en el poder incontestable, es decir, en el miedo.
La risa no respeta a nadie, de ahí su poder y su agudeza.
Mayra Santos-Febres (Carolina, Puerto Rico, 1966) es escritora. Su última obra es Fe en disfraz (Alfaguara).
Andreu Buenafuente
Debo decir, de entrada, que desconfío de los libros que apuntan en sus solapas "la novela tiene un humor corrosivo". Nunca he conseguido estar de acuerdo con el editor o el que escribe eso. ¿Humor? ¿Estamos hablando de ironía, sarcasmo o qué? En los grandes libros (y no tan grandes), siempre hay un personaje, una situación, un enfoque que tiende a desengrasar la tupida maraña literaria de la historia. Pero de ahí a considerarlo humor
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Dicho esto, el libro que puedo leer veinte veces seguidas y continuar riendo es Sin Noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza. Redondísimo. No sé cuántos habré regalado. También he reído mucho con los libros biográficos de Aznar, todos los ensayos conspiratorios (¡qué imaginación!), los del Papa y la mayoría de los de autoayuda. Diría que me gustan los de monólogos que publico cada año con mi equipo de guionistas, pero me tildarán de egocéntrico. Llevamos 11 y, de momento, nadie se ha quejado.
Andreu Buenafuente (Reus, Tarragona 1965) es cómico. En la actualidad dirige y presenta el programa Buenafuente en La Sexta.
David Safier
Yo siempre prefiero el humor. Comparemos las obras dramáticas y las humorísticas a lo largo de los años. En el lado del drama tenemos, por ejemplo, a William Shakespeare, Franz Kafka y David Foster Wallace. En el del humor destacamos a Jonathan Swift, Woody Allen y... de nuevo William Shakespeare. Todos estos nombres nos dan una brillante imagen sobre la condición humana, sobre los defectos humanos y qué es lo que de verdad nos hace humanos. Pero en el humor no solo da esa perspectiva, sino que hace reír y eso es un valor adicional. Los llamados intelectuales prefieren las obras dramáticas que excluyen a muchos lectores, porque son bastante complicadas (intenten leer La broma infinita, de Wallace). Y encima le añade el valor de que estos intelectuales se creen parte de una élite, la única capaz de creer que pueden conseguir la brillantez. Sin embargo, yo prefiero reírme antes de pertenecer a una élite.
Como recomendación lectora yo sugiero los magníficos relatos de Woody Allen Without Feathers (Sin plumas) y Side Effects (Perfiles).
David Safier (Bremen, Alemania, 1966) es autor de El maldito carma. En octubre publicará Jesús me quiere.
Jorge Maronna
Es difícil establecer una frontera precisa entre la literatura seria y la humorística. Abundan los libros escritos con humor que no caen en la desprestigiada categoría de "libros de humor". Además de los célebres ejemplos de Cervantes, Rabelais o Voltaire, pienso en los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, Las Cosmicómicas de Italo Calvino y ciertos cuentos de Augusto Monterroso. Si se trata de humoristas propiamente dichos, mis favoritos son Woody Allen, Roberto Fontanarrosa, Daniel Samper Pizano y César Bruto (Carlos Warnes). Y también disfruté mucho con La tournée de Dios, de Enrique Jardiel Poncela; El pequeño Nicolás, de René Goscinny, y Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza.
Jorge Maronna (Bahía Blanca, Argentina, 1948) es integrante del grupo musical Les Luthiers.
José Luis García Sánchez
¿Humor y literatura? Pues no sé. Si es cierto que el humor es la más acabada invención del lenguaje humano, aquello que multiplica el significado de las palabras, que enriquece el tono de las frases, el gran recurso expresivo, el antídoto del dogma, pues ¿qué autor o qué libro elegir? Kafka es puro humor, como lo es Cervantes... Humor es el Arcipreste y Machado, Valle y Voltaire... Y Sade... García Márquez, Chéjov... Serrat y Sabina
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O sea, toda la literatura (buena o mala) es humor (malo o bueno). Quizá no tanto, pero lo que sí es cierto es que todos los libros se pueden leer humorísticamente. Aconsejo al posible lector que se coloque los lentes del humor para leer la Biblia. Incluso la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
¿Y un libro? Los muertos no se tocan, nene. Del más humorista de mis amigos, o del más amigo de mis humoristas, Rafael Azcona.
José Luis García Sánchez (Salamanca, 1941) es director de cine. Su último trabajo es el documental Por la gracia de Luis. Su próximo estreno será Don Mendo Rock, ¿la venganza?
Rosa Beltrán
Las obras maestras donde el humor campea usualmente parten de una carencia, de una tragedia o una imposibilidad. Almas muertas, de Nikolái Gógol; La metamorfosis, de Kafka; Catch 22, de Joseph Heller; Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia.
En ellas el humor es un seguro de vida porque nos recuerda que pese a las desgracias, la vida continúa. No nuestra vida, sino La Vida. Podríamos pensar que esto no nos importa y quizá tendríamos razón. Pero algo es algo.
El humor va ligado a la tragedia y no, como se piensa, a la comedia. Porque tenemos un cuerpo frágil, porque sabemos que hay más reveses que momentos felices es que existe el humor. ¿De qué nos reímos ante el hidalgo de la triste figura azotado por las aspas del molino que confunde con un gigante? ¿De su confusión? O de la con-fusión de circunstancias: un deseo abatido por una realidad que nos es adversa. Es decir, nos reímos de la disparidad entre lo que imaginamos y lo que ocurre, pero solo porque esa disparidad va acompañada de los golpes, de la injusticia y por supuesto, de la triste figura. El humor, como la vida, encierra el misterio más profundo y la mayor paradoja pues para salvarnos a través de la risa antes hay que sufrir. O dicho de otro modo: porque sufrimos, es que podemos salvarnos a través de la risa.
Rosa Beltrán (Ciudad de México, 1960) es escritora. Su última obra es Alta fidelidad (Alfaguara).
Hernán Casciari
Cuando murió Fontanarrosa, en 2007, logró convertirse en uno de los grandes escritores argentinos junto a Cortázar, Arlt, Castillo, etcétera. Antes era un excelente humorista gráfico que publicaba viñetas y que, por afición, escribía. Tuvo que dejar de publicar viñetas para ser un escritor de verdad. Tuvo que dejar de hacerse el gracioso para que sus novelas y sus cuentos traspasaran las fronteras intelectuales. A Borges y a Cela les pasó lo contrario: sus muchos libros nos impidieron comprender que eran, principalmente, grandísimos humoristas. Mis libros de humor preferidos son las obras completas de Borges, de Cela y de Fontanarrosa.
Hernán Casciari (Buenos Aires, Argentina, 1971) es escritor. Su última obra es El nuevo paraíso de los tontos (Plaza & Janés).
Shalom Auslander
Si uno va a escribir un libro de "humor", lo primero que tiene que hacer es estar seguro de que no es una diversión tópica. Si es así, no lo podemos llamar "humor", que es al menos algo respetable; lo podemos denominar "divertido" que no es para nada respetable. Si eres judío serás llamado cool; si eres británico "ingenioso" y si eres negro no te llamarán nada porque ningún blanco lo leerá. Si uno intenta de manera decidida y hace algo completamente aburrido, entonces lo llamarán "humor intelectual" y así ganarás un premio, hablarán de ti en la prensa, pero nadie de ningún color te leerá. El libro más divertido de todos los tiempos es, en mi opinión, Candide, de Voltaire, que para muchos críticos no es un gran libro porque solo tiene 150 páginas. Lo que es por supuesto jodidamente hilarante.
Shalom Auslander (Nueva York, Estados Unidos, 1970) es escritor. Su última obra es Lamentaciones de un prepucio (Blackie Books).
Matices del humor
Por Francisco Rico
De la ironía más elegante a la sal más gorda, el Quijote contiene "una carga de risa" (I, pról.) y una inacabable variedad en los matices del humor. Valgan tres citas. "Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha" (I, 9). Maritornes había prometido al arriero que, "estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase; y cuéntase de esta buena moza que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno, porque presumía muy de hidalga" (I, 16). Teresa Panza escribe a Sancho noticias de la aldea: "La fuente de la plaza se secó, un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas" (II, 52).
Podemos estar seguros de que los contemporáneos de Cervantes se divertían tanto como nosotros con esos pasajes y otros incontables momentos de la novela. Pero tampoco nos quepa duda de que la atención del autor y el favor de los lectores se los llevaban sobre todo los aspectos que hoy nos parecen más burdos: la figura grotesca del hidalgo, "la flaqueza de Rocinante", las ridículas confusiones de molinos con gigantes, las pedradas y los palos, las bromas y los chistes fabricados adrede... Las sensibilidades han cambiado (un loco era entonces, sin más, un objeto de hilaridad), y han cambiado, aunque no nos demos cuenta, los géneros literarios y los códigos interpretativos.
Don Quijote y el cabrero se aporrean hasta acabar "lleno de sangre el rostro", y Sancho "molido a coces", mientras los espectadores "reventaban de risa" y "saltaban de gozo" (I, 52). Heine, Azorín y muchos críticos modernos se han llamado a escándalo. Pero ¿no es cierto que en las viejas películas de slapstick nos desternillamos con los platos rotos, las tartas en las narices y los bofetones? Pues las gentes de otro tiempo acogían esas escenas del Quijote como nosotros los porrazos del guiñol y los golpes portentosos de los dibujos animados: como "farsa convenida", sabiendo que no se les aplican las mismas normas que a la realidad.
En Cervantes hay siempre una mirada que ve más allá de las convenciones de época y llega hasta lo hondo de una cordial, perdurable humanidad. Las bufonadas que en el palacio de los duques se maquinan para reírse a costa de caballero y escudero son tan artificiosas, tan trabajadas, que hasta el propio novelista muestra reparos: "no estaban los duques dos dedos de parecer tontos, pues tanto ahínco ponían en burlarse de dos tontos" (II, 62). Pero Cervantes despliega un exquisito interés en que don Quijote no se sienta herido ni por el menor detalle, y hace que esas chacotas crueles o desconsideradas le den la mayor alegría de todas sus peripecias: "aquél fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mismo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos" (II, 31). Nada hay en el Quijote sin vuelta de hoja. Ni las risas ni las veras.
Carcajadas en la literatura
Para hacer el humor con nuestra lengua
José Esteban: El epigrama español, una antología. Espuela de Plata, 2008.
Juan Villoro: Los culpables. Anagrama, 2008.
Jorge Ibargüengoitia: Revolución en el jardín. Reino de Redonda, 2008.
Marcelo Birmajer: Historia de una mujer. Seix Barral, 2008.
Kalman Barsy: Los veinticuatro días. Pre-Textos, 2009.
Manuel Vilas: Aire nuestro. Alfaguara, 2009.
Ignacio Padilla: La vida íntima de los encendedores. Páginas de Espuma, 2009.
Pola Oloixarac: Las teorías salvajes. Alpha Decay, 2010.
Guillermo Cabrera Infante: Cuerpos divinos. Galaxia Gutenberg, 2010.
Felipe Benítez Reyes: Formulaciones tautológicas, Zut, 2010
Para hacer el humor con otras lenguas
Hilary Mantel: Tras la sombra. Global Rhythm, 2007.
G. K. Chesterton: La superstición del divorcio. Los Papeles del Sitio, 2008.
Eça de Queiros: El conde de Abraños. Espuela de Plata, 2008.
S. Ortoli & M. Eltchaninoff: Manual de supervivencia en cenas urbanas. Salamandra, 2008.
Yasutaka Tsutsui: Hombres salmonela en el planeta porno. Atalanta, 2008.
Dan Lungu: Soy un vejestorio comunista. Pre-Textos, 2009.
Thomas Bernhard: Mis premios. Alianza, 2009.
Julian Barnes: Nada que temer. Anagrama, 2010.
Mark Twain: Cuentos humorísticos. Navona, 2010.
J. M. Coetzee: Verano. Mondadori, 2010.
Selección de F. Iwasaki
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