sábado, 7 de agosto de 2010

Para lo que sirve el libro del Bicentenario

7/Agosto/2010
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

¿Ya llegó a su casa el libro del Bicentenario?

Este 2010, el gobierno decidió que el cartero le entregué Viaje por la historia de México de Luis González y González, con 213 entradas de ciudades, mitos y retratos, desde Pacal hasta Díaz Ordaz.

Tiraje: 25 millones. Por su formato, dimensiones y sus 65 páginas, parece una revista, una Vanidades con lentes de Elba Esther y ambiente de santoral.

Su título original (Álbum de historia de México) ilustra que este folleto oficial está a mitad de camino entre el gallardo libro de texto gratuito y las láminas escolares de antaño.

El álbum original —Clío, dirigida por Enrique Krauze, negoció los derechos para que el gobierno editara los millones de ejemplares—, desde un punto de vista historiográfico actual, obedece a una visión anacrónica: contar la historia de un país mediante un periódico mural de fichas, datos, poses y anécdotas.

Como toda obra postal, alberga memorables errores. Según el diseño visual, los primeros mexicanos surgieron en Baja California, pues la imagen de “La época de los cazadores” corresponde a las recientes pinturas rupestres de la sierra de San Francisco. La obra también quiere convencernos de que San Felipe de Jesús se embarcó a la Nueva España cuando tenía seis años.

¿Qué tienen en común estas pifias? Que ven al mexicano como un ser menor de edad. Quizá por eso el presidente creyó que nos iba a poner contentos regalándonos un libro de estampitas.

A nadie en la SEP le pasó por la mente que el souvenir del Bicentenario debió ser, al menos, representativo del país que intenta colorear.

De las más de doscientas figuras prominentes, ¡sólo 5 son mujeres! La primera es una piedra (Coyolxauhqui) y la segunda, la reina de España (Isabel la Católica). Le sigue otra fémina religiosa ficticia (la Virgen de Guadalupe) y se termina con Sor Juana Inés de la Cruz y Josefa Ortiz de Domínguez, ambas recluidas en un convento.

Así que si alguien quisiera conocer a México a través de esta obra, concluiría que en México las mujeres o no tenían la menor importancia en la construcción de la nación o, de plano, desaparecieron a principios del siglo XVIII, momento en el cual no vuelven a aparecer en el álbum patricio, patriarcal, patronal, paternalista, pétreo y patrio, que el gobierno de Calderón envío a todos los hogares mexicanos.

A la microhistoria de bronce de González y González la oficializaron; este libro-revista se volverá un recuerdo kitsch de la historia facial (con porte pagado) del desastre del 2010.

De la SEP no se puede esperar mucho. Pero ojalá hubiese remitido una obra útil o, si la idea era darnos chichi con bustos heroicos, se hubiese agradecido que las estampitas del álbum gratuito hubiesen sido, al menos, desprendibles.

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