Jornada Semanal
Lejana en su ubicación geográfica del resto de la América mestiza, Argentina en sus letras se ha construido con una ineludible sombra de melancolía. ¿Alguien puede decir que hay una poesía más desencantada y dolida que la de Alejandra Pizarnik?
Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares como bandera, entre muchos otros que urdieron el corpus literario de este país austral en los textos de un Osvaldo Lamborghini, Ernesto Sábato, Silvina Ocampo, Manuel Puig y más recientemente, Tomás Eloy Martínez, Ricardo Piglia, César Aira y Rodrigo Fresán (disculpe el lector las omisiones), denotan, cada uno en sus temáticas y estéticas propias, un hálito de la tristeza mezclada con el gozo y lo fantástico en varias de sus narraciones. También hay humor, un humor corrosivo o, como escribiría un colega argentino, “desopilante”.
La otrora América de Europa, Buenos Aires capital, la ciudad que tanto se ha ensoñado y enseñoreado de sus construcciones más semejantes a una metrópolis de Londres que a un pedazo de esto que llamamos latinoamericano, ha buscado, al igual que sus narradores contemporáneos, entrar a la puerta de Europa a través de sus letras, o al menos eso es lo que se lee en las temáticas de los textos que han hecho suyo el Premio Herralde o el Planeta en los últimos dos años, sobre todo con El enigma de París, de Pablo de Santis (Premio Iberoamericano Planeta-Casa América 2007), en donde la acción se ubica en París durante 1889. Ahí sucede una serie de asesinatos, justo cuando está construyéndose la Torre Eiffel. Ciencias morales, de Martín Kohan (Premio Herralde 2007), centra sus preocupaciones, al igual que Alan Pauls, en los mecanismos de la dic-tadura y la opresión. Esta última novela se desarrolla en el Colegio Nacional de Buenos Aires, durante la Guerra de las Malvinas.
Pauls en tanto ganó también el Herralde en 2003 con El Pasado,y recién publicó Historia del llanto, que narra la educación sentimental y política de un joven en la década de los setenta, tiempo de guerrilla en Argentina.
Entre los autores extraños se ubican Fogwill y Marcelo Cohen, quienes cuentan ya con varios años en la palestra literaria y una cantidad importante de obra publicada, pero aún son un rara avis en el abanico literario de la Argentina actual.
Con seguidores de culto, el primero es un monstruo indomable que ha escrito en trance y éxtasis. De entre sus muchos trabajos son memorables la novela Los Pychyciegos y el libro de cuentos Pájaros de la cabeza.
Cohen se propuso una empresa épica para entregar en su penúltima novela Donde yo no estaba (2006), un relato de ochocientas páginas, considerada novela decimonónica del siglo xxi por la crítica y en donde el autor se introduce en la vida de Aliano, su personaje, para quien escribir en su diario es una manera de borrarse del mundo.
Entrada en la cincuentena de edad, Sergio Bizzio ha sido calificado por la prensa argentina como quien escribe las historias más delirantes de su país. Con Rabia, la fracturada historia de amor entre Rosa y José María, Bizzio ganó en 2004 en España el Premio Internacional de Novela de la Diversidad. Y ya Gillermo del Toro prepara la adaptación de esta novela al cine.
También guionista y director de cine, este autor podría ubicársele más en nuestro país, pues su relato. “Cinismo”, lo llevó recientemente al cine Lucía Puenzo con el título XXY, cinta que conquistó el Premio de la Crítica en Cannes (2007). Igualmente son recomendables sus novelas Realidad y Era del cielo, en donde Bizzio hace literatura de un asalto a una televisora por un grupo terrorista islámico en la primera, o bien, en la segunda, donde cuenta la historia de un guionista que presencia una violación a su mujer.
LA JOVEN GUARDIA
Entramos en la década de los setenta, aquellos treintañeros que publican, y mucho, en la Argentina.
Nombrarlos a todos no es el fin ni tampoco agrupar sus temas, pues a la par de su diversidad en intereses literarios, los narradores y narradoras (principalmente cuentistas que ya han publicado varios de ellos sus novelas en los sellos más importantes de esta región y tienen incluso resonancia sobre todo en España y Brasil), se sostienen en la inabarcable geografía de cuanto pueda ser susceptible de contarse.
Veamos un primer acercamiento, apretemos el zoom: durante el periodo 2005 a 2007 se publicaron cuatro antologías de cuentos de nueva literatura argentina. La joven guardia, que agrupa a escritores de entre veinticinco y treinta y cinco años, Una terraza propia, ambas editadas por Norma. En celo (Sudamericana), que contiene relatos dedicados exclusivamente al sexo y Buenos Aires escala 1:1 (Entropía), cuyos cuentos hablan de los barrios porteños.
La multiplicidad de voces se dispara en la lectura de estos textos, que dan cuenta de una bizarría extrema de la forma en cómo se cuenta hoy en Argentina, así como desde qué esquina se ubican los cuentistas (género muy prolífico allá y publicable por editoriales) para detonar sus cosmogonías y entonar en su voz literaria las diversas caras de la ¿realidad y espejismo de su país?
Se grita, se susurra, hay denuncia, explicación, dudas, bromas, reflexión, exorcismos varios, crítica e interpelación con nuevas preguntas en el imaginario de los escritores noveles. Una socarronería sin par se respira en las líneas que pueblan las páginas de las antologías referidas y otros libros.
Hay exacerbación de la realidad, una mirada lúcida y desorbitante de las instituciones en todos los sentidos. Violencia en el lenguaje, violencia verbal, en algunos trabajo de verdaderos artesanos de la palabra, cinismo y juego.
Aventuro a continuación en los temas de los cuentistas un somero intento de síntesis al más puro estilo de agrupación de tesis literaria: la infancia e iniciación, narradas pocas veces desde el realismo “puro”, casi siempre desde uno agujereado por el exceso expresionista, se detecta en: Pablo Ramos, Selva Almada, Fabián Casas, Ariel Bermani.
También tenemos incursiones del género fantástico donde, a diferencia de Borges o Cortázar, no se busca ni un centro del mandala ni un saber, como en los cuentos de Gustavo Nielsen, Samanta Schweblin, Fernanda García Curten o Alejandro López.
Félix Bruzzone, que acaba de publicar Los Topos y Romina Doval, recurren al minimalismo.
Mucha de la frustración política argentina y resaca de la crisis de 2001 se lee en los escritos de Florencia Abbate y Pedro Mairal, aunque además hay lugar para los excesos del cuerpo o bien una morbosa fascinación ante los medios de comunicación (Juan Terranova y Mairal, por ejemplo).
Pudieran trazarse más rutas o nombres, cientos de nombres, y armar con ellos el rompecabezas de historias, varias de las cuales han recibido elogios sin par por los propios compatriotas y, quiérase o no, los treintañeros, esta sub 30, constituye lo más granado de la literatura argentina.
MÁS NOVÍSIMOS Y EL HITO
La publicación de La joven guardia, nueva narrativa argentina, compilada por Maximiliano Tomás y que apareció en 2005, hizo ruido en el ámbito literario argentino por la vitalidad de las narraciones y el surgimiento de conocidos y nuevos nombres que cumplieron con el requisito para ser considerados dentro de esta antología: haber nacido en Argentina a partir de 1970 y tener una obra publicada o en proceso de publicación en cualquier editorial.
El resultado fue la “presentación en sociedad” de veinte jóvenes narradores, muchos de ellos ahora novelistas, que subieron al estrado de la crítica y el público para ser iluminados por los reflectores de las letras, como Florencia Abbate, Gabriela Bejerman, Romina Doval, Gonzalo Garcés, Pedro Mairal, Maximiliano Matayoshi, Samanta Schweblin y Juan Terranova.
El libro, que abre con el cuento “El hipnotizador personal”, de Pedro Mairal, y cierra con “En silencio”, de Maximiliano Matayoshi, atendió todas las tendencias y estilos narrativos, lo que le valió, al igual que el reconocimiento de los editores y escritores de carrera, también la crítica de detractores que vieron en esta selección una apuesta incompleta y centrada mayormente en los narradores de Buenos Aires.
Los narradores concentrados en La joven guardia provienen de distintas formaciones y experiencias en la escritura, lo que hace que su producción variopinta esté plagada de matices urbanos, con escatología, mezcla de ciencia ficción, realidad, así como un marcado acento de resistencia y vulnerabilidad, con guiños a la infancia o los conflictos familiares. Casi todos ellos están marcados por la década de los noventa. El menemismo y la crisis económica de ese país en 2001, permeó decididamente su vida y su producción.
Dos de los antologados, Gonzalo Garcés y Pedro Mairal, fueron elegidos como los representantes más destacados de la nueva literatura argentina en el encuentro Bogotá 39, que reunió en Colombia (2007) a los treinta y nueve escritores de ficción menores de treinta y nueve años más relevantes de América Latina.
En 2008 salió una reedición del libro, que además de incluir a los veinte primeros, añadió los nombres de Félix Bruzzone (1976), Iosi Havilio (1974) y Andrés Neuman (1977), escritores que en los cuatro últimos años han producido una obra imprescindible para entender el campo actual de las letras australes.
ÚLTIMA POSTAL ANTES DE SALIR
Aventurar los nombres de otros narradores, cuentistas y novelistas que desde sus lugares de origen o bien desde el exilio escriben de y para Argentina, resulta apenas una invitación a leerlos y asir su mundo narrativo.
Uno de los más jóvenes, Maximiliano Matayoshi (Buenos Aires, 1979), ganó con su primera novela Gaijin (2003), el Primer Premio de Novela unam-Alfaguara. Descendiente de japoneses, Matayoshi ubica sus narraciones como un exorcismo ficcional delirante.
Florencia Abate (Buenos Aires, 1976) en tanto, es una destacada narradora, poetisa y periodista cultural en su país. Son recomendables su novela El grito (2004) y los poemas de Neptuno (2005).
Más conocido en el continente, Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) se catapultó a la fama con la célebre Sabrina Love que obtuvo el primer Premio Clarín de Novela. La historia fue llevada al cine por Alejandro Agresti. Mairal publicó también los volúmenes de poesía Tigre como los pájaros (1996) y Consumidor final (2003).
Bien conocido en los circuitos literarios, Andrés Neuman (Buenos Aires 1977), nacionalizado español, ha quedado finalista en dos ocasiones del Premio Herralde de Novela; la primera de ellas, con Bariloche (1999), que cuenta la historia de Demetrio Rota, un recogedor de basura de un barrio de Buenos Aires.
Este apellido, Neuman, ha resonado más en los últimos días porque acaba de obtener en marzo el Premio Alfaguara de Novela 2008 con El viajero del siglo, calificada de obra futurista que sucede en el siglo xix y establece paralelismos entre el vacío de valores de la Europa de Napoleón y la crisis de identidad de la Unión Europea contemporánea. De nuevo, entonces, la mirada del exilio y a Europa.
Opendoor, novela con la que debuta Iosi Havillo, ha cautivado recientemente a la crítica porque da cuenta del agotamiento de los modelos literarios y la forma de narrar. De la protagonista se desconoce prácticamente todo, ella sólo habita en la nada.
A manera de cierre, aparte de todos los mencionados, hay que seguir de cerca la obra de Juan Terranova, Félix Bruzzone, Paula Pérez Alonso, Damián Tabarovsky, Daniel Link y Ariel Magnus; otros nombres se escapan, de nuevo disculpe el lector las omisiones.
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