El Universal
No se sabe por qué las mujeres más bellas tienen feos pies. Es así y nada más. Y aconsejo no comprobarlo pues no auguro una buena experiencia. En ciertos aspectos de la vida es más sano limitarse a creer. Quien crea que puede comprobar la fidelidad de su amante está en un error tan voluminoso como esas pipas de agua que andan por los pueblos. En realidad son enormes, las pipas. Y este error lo es todavía más: creer que las amantes o amadas se reservan para uno, como lo hacen las madres en el nacimiento. Digo “amante” en referencia a una persona que ama, no que engaña, pues eso se da por descontado. Entonces, como decía, es más sano limitarme a creer en lo que a uno conviene. Y no dudar, pues un sutil atisbo de duda se lleva al carajo todo el tinglado.
En cierta novela leí una de estas verdades: las mujeres que cierran los ojos al bailar también lo hacen cuando besan. Es otra verdad que no siempre puede ratificarse, aunque yo haría una añadidura, pues si cierran los ojos al bailar los cierran también después de ascender una montaña. O si un simio las acaricia. O si se acercan a una fruta para conocer su aroma. Me detengo pues se trata de una añadidura un poco extensa que llenaría enciclopedias no enteras. Como es sabido, una enciclopedia nunca está completa. No está completa porque la escriben personas y éstas no dejarán de hacer añadiduras y aumentar páginas. Por eso es mejor creer que las o los amantes dicen la verdad o que las pipas de agua pueblerinas son enormes.
Cuando uno se casa debe declararse a sí mismo “la radiante metáfora del amor eterno”. No le es permitido a ese uno arrepentirse: antes debe convencerse de que su decisión es permanente. Y si después de 20 años duerme junto a un cadáver debe cerrar lo ojos y decirse a sí mismo: “¡Que buena decisión la mía!” De lo contrario, las llaves no entrarán en la cerradura y ningún tapete logrará limpiar el barro acumulado en la suela de los zapatos. Hay que creer en ciertas etiquetas sin pensarlo dos veces. ¡Antes de que sea demasiado tarde! La siguiente historia lo comprueba: hace escasos días visité a una amiga querida que además de ser querida es también una buena cocinera. En su alacena de madera se exponen a la vista casi un ciento de frascos de cristal cuyo contenido es variado, aunque todo tiene que ver con lo culinario. En cada recipiente hay un letrero con el nombre del contenido: clavo, pan molido, linaza, chía, canela, corn flakes. “Se necesita ser tonto para no reconocer los corn flakes”, le comenté llevado por la sorpresa. Ella me respondió: “se necesita ser idiota para no reconocer la canela”. Y nos reímos.
Las etiquetas tienen su sentido, como he dicho antes. Y el sol no conoce el amanecer. Y de pronto tirado en cama, crudo, con el selector de canales en la mano descubro que en televisión hay concursos de ópera. Me es extraño creerlo. Mi sobrina me había relatado que en la plaza central de Huixquilucan se realizaban concursos de lectura de sonetos en los que participaban los alumnos de las primarias locales. No sé si esta niña me ha mentido. Pero lo que vi fue con mis propios ojos. Las etiquetas otra vez. Los Fitzcarraldos se han aprovechado de que estamos distraídos para tomar la escena. Llamar concurso a un reality show, eso demuestra lo mucho que he envejecido. Y aún así continúo acumulando enemigos. Y a los corn flakes también se les puede llamar cereales. Me ha acosado de pronto un temblor anímico y es tiempo de llamar a retirada.
Las mujeres bellas tienen feos pies porque esos pies son como las raíces de un árbol esplendoroso. Y las raíces no son hermosas hasta que uno lo piensa bien. Pensar bien es terrible porque hasta las raíces lodosas o colmadas de gusanos pueden parecernos gratas. La cena de mi querida amiga -sí, la de los frascos- ha quedado en verdad suculenta, aunque apenas la he probado. He preferido concentrarme en sus manos. De pronto le he preguntado por qué el resto de mis amigas dicen que ella es misógina. Me respondió: “no acepto esa acusación, antes que misógina soy misántropa y la teoría de conjuntos está conmigo”. Yo no entendí lo que quiso decir.
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