Suplemento Laberinto
La muerte de Carlos Montemayor exige meditar la literatura mexicana que, aparentemente, sigue respirando.
Montemayor era atípico. Del norte y, sin embargo, su obra no podría etiquetarse “norteña”. Su órbita fue más amplia.
Noveló, versificó y labró cuentos. Tradujo del griego, latín, maya y portugués, y elaboró estudios de etnopoética mexicana, además de indagar la guerrilla. Era un escritor-investigador, un creador-crítico, la única forma admisible de hacer literatura hoy.
En México, mientras los debates sobre la literatura comprometida seguían con Sartre como sastre y lastre, Montemayor era un escritor que no buscaba excusas para no comprometerse. Tenía la elegancia de escribir con miras a un mundo con mayor justicia, propósito final —como ya dijo Horkheimer— de toda teoría crítica.
¿Qué pasa en la literatura mexicana? Después del 68 se dio por vencida.
Sólo hay algo peor que una literatura izquierdista: una literatura sin izquierda. Los marxistas mexicanos, paulatinamente, se derechizaron o se desencantaron. Sin la URSS, se sintieron solitos. Y las generaciones que siguieron fueron descerebradas por la Virgen de Guadalumpen mezclada con Lady Gaga.
Temerosos de ser impopulares les dio hueva ser intelectuales. Unos, hundidos en el formalismo hueco (los farabeufes que siguen sin enterarse que las mejores ideas de Elizondo son de Bataille); otros, en la contracultura pachorra.
Y unos y otros, ¡nihilistas!, como perfectos posmodernosaurios, que, para colmo, no saben siquiera que lo son, porque las últimas generaciones, como son conservadoras de ideas y energía, le hacen fuchi a la teoría. (“Eso es académico”, dicen para excusar la analfabestialidad).
La despolitización del discurso literario nacional es prueba de su depre.
La mayoría de los escritores y artistas nacionales dicen no creer en nada: los partidos les rompieron su corazoncito.
Si bien los intelectuales históricamente han querido contraponerse a la sociedad a la que pertenecen, en México, en cambio, la cultura se las arregló para que intelectuales y teenagers tengan las mismas posturas ante la vida.
(Quizá se debe a que todos tenemos el mismo salario).
Un país desanimado y cínico con intelectuales desanimados y cínicos: combinación letal.
Montemayor ya murió. No debemos sentir nostalgia. La nostalgia es reaccionaria.
¿Cuál es la solución para la literatura nacional?
Los actuales intelectuales no necesitan editoriales, reseñas, becas, fama o drogas, sino lectores, terapia, salarios reales, sexo y posgrados.
Si alguien no está de acuerdo, ¿podría decirme el nombre de un solo escritor mexicano que no sea un guango?
O, para decirlo más claro, ¿alguien podría decir el nombre de un escritor mexicano que esté VIVO?
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