miércoles, 27 de enero de 2010

Una historia de amor motivada por un certamen de belleza

27 de enero de 2010
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

La historia de amor entre Josefa Rodríguez y Jaime Sabines, comenzó con un concurso de belleza. Ella era la única mujer en el grupo de la única preparatoria chiapaneca y él era el estudiante que dirigía la campaña para convertirla en Reina de la Primavera; el poeta que en un volante escribió: “Chepita Rodríguez, ángel con cuerpo de mujer”, no sólo llevó a Chepita al triunfo sino que generó la historia de amor que se relata en el libro Los amorosos. Cartas a Chepita.

No todo fue sencillo para los amantes. Esa frase poética provocó los celos de Esperanza Cruz, la que era novia de Jaime Sabines; la respuesta de Chepita fue la conquista. Una amiga le dijo: “Ya sé cómo calmarás a Esperanza, conquista a Jaime, lo haces tu novio por unos días y luego lo dejas”.

Las cartas de un joven poeta de 23

Chepita, la mujer que vivió con el reconocido poeta 46 años, conversó con KIOSKO y cuenta esa aventura: “Nuestro primer noviazgo tardó unos cuantos meses nada más, porque éramos unos novios muy raros, si nos tocaba entrar a clase al mismo tiempo sólo nos decíamos: ‘¿Cómo estás?’ o ‘Buenos días’ y cuando lo obligaban los compañeros a que me llevara a mi casa, se nos iban las calles con pocas frases, él me decía: ‘habla, dí algo’ y yo les respondía ‘No, habla tú’, así llegábamos a casa diciendo nada más eso. Hasta que un día Jaime dijo: ‘Aquí se termina todo’”.

Pasó el tiempo y entonces comenzó el suplicio. Los dos jovencitos se trasladaron a la ciudad de México; ella para estudiar odontología -profesión que ejerció durante 35 años; él para cursar la carrera de medicina, que cambió por sus clases de filosofía. Josefa lo evitaba, hasta llegó a tirar un papelito que Sabines puso en la bolsa de su suéter.

“Jaime me seguía, él intentaba que volviéramos a relacionarnos, pero yo no accedía. Hasta el año siguiente me mandó un telegrama donde me decía: “Claudico, te esperaré en la joyería La princesa, que está en la calle de Tacuba, todas las tardes desde las cuatro de la tarde. Aventé la carta y lo olvidé, pasaron los meses hasta que sin pensarlo llegué allí una tarde; me invitó a tomar un helado y antes de despedirnos ya salimos de novios y le dije: ‘a ver que tal nos va; desde entonces, hasta que Dios se lo llevó’”, recuerda con nostalgia Chepita.

Superaron todo

Fueron novios siete años, hasta que ella terminó su carrera. Entonces se casaron y tuvieron cuatro hijos: Julio, el único varón; Jazmín, Judith y Julieta, quienes fueron testigos del amor entre sus padres. Y sin embargo, tuvieron que superar los problemas que hay en cada pareja.

“Hay algo que a Jaime le molestó mucho. Un buen día, una enfermera del hospital donde trabajaba me dijo ‘vino un detective y le ha preguntado a varios médicos cómo se comporta, si yo era confiable o andaba de loca; llegué a la casa echa un demonio, le dije: ‘o me tienes confianza o aquí se acaba todo’; él se enojó mucho, yo le dije: ‘has de tener alguna en la calle que trata de separarnos’; yo supe que él nunca desconfío de mí”, cuenta Chepita, la inspiradora de varias cartas y poemas del autor de Los amorosos, Horal y La señal.

Desde la intimidad

La viuda del poeta asegura que en el libro Los amorosos. Cartas a Chepita, publicado por Joaquín Mortíz, se ha publicado la totalidad de misivas que Jaime Sabines le escribió durante los años de noviazgo y si muchas no se incluyeron es porque se las escribió cuando ya estaban casados y le contaba de las ciudades a las que viajaba. “Tiempo después, cuando ya estábamos más holgados de centavos, entonces ya me hablaba por teléfono; ya más yo lo acompañaba”.

Chepita reconoce que el suyo fue un gran amor, por eso cuando murió el poeta, el 19 de marzo de 1999, ella se dejó de cuidar. “Desde que los médicos me dieron que Jaime no tenía remedio, me dejé de pintar el pelo, ni me lo pintaré. Tras su muerte, guardé luto casi un año, mis hijas me insistían que me quitara el negro, me decían: ‘A mi papá no le gustaría’, entonces comencé a dejar el color negro poco a poco”.

Los recuerdos del poeta

Josefa Rodríguez no duda, si volviera a nacer se volvería a casar con Jaime Sabines. Nunca se arrepintió de quererlo. “Fue un hombre muy bueno, muy cariñoso; me hacía muchos regalos, sobre todo en sus últimos años. Me hizo muchos regalos, más que nada cuando estaba enfermo. Los conservo, pero últimamente me ha dado por irlos repartiendo entre las hijas; a Julio lo que le he dado son las mancuernillas que yo le regalaba a su padre”, comenta Chepita.

La amante perfecta de Sabines, a la que le decía “Estoy terriblemente solo. Te necesitó. No puedo defenderme más contra tu ausencia y mi soledad”, está contenta con la familia, con las dos nietas que tiene; se lamenta de que su hija Julieta no tenga hijos, como tampoco los tiene Judith, quien decidió no casarse.

Chepita Rodríguez recuerda con cariño a su marido, el hombre alto, de ojos claros y bigote del que se enamoró cuando estudiaba la preparatoria y ni siquiera soñaba con ser Reina de la Primavera.

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